martes, 1 de noviembre de 2016

Veinte preguntas sobre el teatro político

Por Martín López Brie
(dramaturgo mexicano)



Martín López Brie
Pregunta Amador Fernández Savater desde su perfil de Facebook: "¿Y si la política no fuese educar a la gente, seducir a la gente, atraer a la gente o parecerse a la gente, ni siquiera exactamente preguntar a la gente, escuchar a la gente, empoderar a la gente, sino lo que pasa cuando la gente misma -cualquiera- se junta para discutir, pensar y actuar sobre sus problemas comunes?"
     Si aplicamos la misma pregunta al teatro, podría quedar algo como… ¿Y si el teatro político no fuese para educar a la gente, informar a la gente, hacer reflexionar a la gente, preguntar a la gente, escuchar o empoderar a la gente, darle voz a la gente, sino lo que pasa cuando los espectadores, inducidos por un dispositivo escénico, discuten, piensan y actúan sobre sus problemas comunes?
     Cada vez que me pongo a reflexionar sobre el teatro político, un tema que me apasiona, vuelven a mi cabeza preguntas que aunque no son nuevas ni desconocidas cuando se habla de estos asuntos, sigue siendo necesario hacerlas, repetirlas, insistir.
     Creo que son preguntas que no tienen una sola respuesta correcta, y que valen más por su capacidad de hacernos debatir que por sus posibilidades de ser contestadas de manera satisfactoria.
     No son preguntas tan lúcidas como la citada de Amador Fernández-Savater, pero sin duda pueden echar al ruedo de los debates algunas cuestiones. Por eso he preferido hacer esta lista, para invitar a los lectores a sumarse a la discusión.


1. ¿El teatro político es el que habla de temas políticos?

2. ¿Cuál es la finalidad de una obra que organiza su discurso en torno a una problemática política o social? 

3. ¿Qué pretende lograr un autor cuando aborda un tema de importancia política?

4. ¿No tiene derecho un creador de hablar de los temas que le preocupan, sean los que sean, de la manera que pueda o sepa?

5. ¿Es tan solo un desahogo poner en un escrito de ficción una problemática social o política que nos resulta sensible?

6. ¿Es posible no hablar de ello, cuando el mundo se cae a pedazos, es posible permanecer indiferente y cruzar los brazos asumiendo que no hay nada que se pueda hacer desde el oficio de las palabras?

7. ¿Cómo quedarse callado, como escritor, cuando se vive en un mundo donde desaparecen 43 estudiantes y no pasa nada, donde se persigue como criminales a los que migran en busca de las mínimas condiciones de vida, donde la riqueza se concentra en el 1% de la población, donde nuestro ecosistema está siendo devastado por nosotros mismos y nuestro estilo de vida?

8. ¿Cómo hacer que la palabra se convierta en un afecto que movilice los deseos, que fecunde la imaginación con mundos posibles, mundos diferentes, mundos mejores?

9. ¿Alcanza con la denuncia? ¿Alcanza con señalar el problema sin proponer caminos alternativos?

10. ¿No hay una actitud colonizadora, evangelizante, vertical, adoctrinante, cuando el teatro de contenido político pretende señalar las injusticias de la sociedad, aquellas cosas que están mal y que deberían cambiarse?

11. Si la relación con el público no cambia, si la relación entre el equipo de trabajo es la misma, si el modelo de producción repite los esquemas, ¿qué tiene de político en el teatro de contenido político?

12. ¿Con qué autoridad moral proponerle a otros, cosas que nosotros mismos no estamos dispuestos a llevar a cabo? Y aún si lo estuviéramos, ¿con qué derecho suponemos que lo que nosotros hacemos es lo que deberían hacer los demás?

13. ¿No estamos encerrando en la caja negra del teatro cualquier posibilidad de emancipación? A final de cuentas, esa caja es un módulo (un corral) que permite domesticar todo aquello que el teatro tiene (o podría tener) de disruptivo.

14. ¿No estamos encerrando en la caja de papel del libro todas las potencias de insurgencia, disidencia y divergencia que podrían tener las palabras en el ágora?

15. Nos indignamos, pero no sabemos qué hacer, no sabemos hacer otra cosa que teatro o literatura o esa cosa entre ambas que es la dramaturgia; voluntariamente nos metemos en cajas diseñadas para contener (o desahogar) la rabia. Caemos en nuestra propia trampa y nos sentimos santos por haber dicho cosas importantísimas. ¿Cómo romper esa caja, esa jaula en la que nos han confinado?

16. Algunos filósofos y psicólogos sugieren que la realidad está construida sobre un andamiaje de ficciones y gracias a estas ficciones simbólicas soportamos lo que no podemos explicar. De este modo, esas ficciones resultan transformadoras en la medida que son aceptadas como verdaderas por la suficiente cantidad de personas. Entonces… ¿Cómo podemos nosotros, profesionales de las ficciones, proveernos de los símbolos que permitan una lectura diferente del mundo, que suficientes personas los acepten como verdaderos para que algo se transforme?

17. ¿Dónde está la grieta en la cual podamos, con nuestras cucharas, rascar con paciencia hasta debilitar, horadar, mirar al otro lado, escaparnos por el hoyo o derrumbar finalmente el muro que nos tiene encerrados en esta realidad tan jodida?

18. ¿El arte tiene algo que hacer al respecto de cómo organizamos la realidad?

19. ¿Y si en realidad no queremos que cambie nada, sino solamente participar en la simulación repitiendo los lugares comunes; si secretamente deseamos conservar nuestros privilegios, pero con la conciencia tranquila tras haber puesto por escrito las infamias?

20. ¿De qué estaríamos dispuestos a despojarnos para conseguir un mundo más justo?

No sé si alguien tenga respuestas claras y satisfactorias para esto. Pero precisamente por esa sensación de que tenemos entre manos algo no resuelto, es que me parece muy pertinente emprender la tarea de ir desenredando esta madeja que forman lo estético y lo político.

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