Por Juan López Cortés
(poeta mexicano)
Días
en Durango
Lunes.
La
tarde ensaya agonías,
entre
colores que no son de aquí,
y
parvadas de grajos negruzquean el paisaje.
Acá,
abajo,
–donde bebo el café de todos los días-
más
de uno posee la certeza
de
que el invierno arderá en los campos.
Veo
dentro del instante,
como
el lunes afronta el temporal
y
enmudece.
Aumentan
los indicios
de
que un frío frío va a imponer su ley.
Ya
hecho harapos lo que queda del día,
el
silencio,
en
paternal abrazo le cobija.
Ya
es martes.
Habitante
de instantes
Un
lunes,
atado
a la cintura de los días,
vuelve,
y
llena la tarde.
Yo
escribo versos.
Ingresan
al poema,
unos
minutos torcidamente tibios,
y
sordamente,
el
tiempo suena en ellos.
Yo
escribo versos.
Todos
los lunes,
mido
la eternidad con un bostezo,
y
papaloteo sueños,
de
orfandad temprana,
todos
los necios, necios, lunes.
Como
quién vive en un país de instantes.
y
escribo versos.
Éxodos
citadinos
Las
palabras buscan ventanas,
salir
de su reclusión.
El
frío sigue poblando el paisaje de omisiones.
Acomodado
en los días de Enero,
finjo
y miento,
a
quien asoma demasiadas preguntas.
Mientras
agonizas
Filtro
en silencio un par de horas viejas.
Mueres,
y
no sé sostener tu existencia.
Salgo,
en
busca de la primera calle.
Sólo
por eso.
¿O
salgo, a procurar distancias
que
no sean las de tu muerte?
El
invierno quema sus más fieros días.
Se
prueba el frío en mis huesos.
La
nieve cierra el cielo,
y
me aventuro a rehacer tu existencia,
pues
eso que sucedió hace cien días,
apenas
está sucediendo,
mientras
filtro en silencio un par de horas viejas.
Intermediarios
Ves,
la
banca sola
frente
a un solar baldío.
Imaginas:
no
hay mejor sitio que este vacío,
pese
a todo.
Ves:
un
tiempo blanco
allana
el ojo,
y quemándolo,
casi.
Supones:
¿la
banca,
es
todavía una banca?
Ves:
el
sol se empeña en claridades,
que
nadie atiende ya,
y unos
pájaros sueltos,
llenan
la pared del cielo.
Últimos
días sumando alrededores
A nosotros
Ven a
la tarde, ella es el sitio.
En
esta hora, las palabras sacuden su fantasma.
¿Avivas
mi naufragio?
Eso
no es nada nuevo,
Las
épocas se impregnan unas a otras,
Y
corren tras de sí,
abiertas
y en oscuro resplandor.
Luego
de amarnos a lo bestia,
-ante
un reposo que tiene algo de fingido-
nos abrazamos
con silenciosa liviandad,
a
sabiendas de que cualquier palabra podría arruinarlo todo.
El
otro sitio
Veo
la torre, llena una época,
no
hay quien no sepa eso.
En
lo más alto de ella,
hay
un sol oculto,
haciendo
un agujero en mi memoria.
La
torre no suelta mi mirada.
Bajo
hacia lo más bajo.
Frente
a mí, se empina una biblioteca
donde
leo:
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