AMAR ABIERTO
Sumergido en el útero de un dios
desconocido,
el amor está naciendo en la mirada,
en el cuerpo que regresa cada día a los
sentidos,
despierto a la pasión y al erotismo,
a la carne y sus virtudes,
a lo vivo
que bebemos con los ojos y en el alma
es presencia de presente siempre nuevo,
o es amar amor a muerte a mar abierto.
PARTIDA
Mientras
muero la mirada es mar en llamas,
es
oleaje de un misterio sin sendero.
Mientras
muero muere el árbol y sus ramas,
yo
y el fruto se marchitan mientras muero.
HOJA
EN LA HIERBA
a mis hijos
Cuida que día tras día,
en
tu abrigo de cuerpo entero,
habite la intimidad
de tus actos y tus
pasiones.
Deja que el alma llene
de
historia viva lo ordinario,
que tus ojos penetren
donde
tus manos no se adentren,
que tu mirada crezca
en el espacio, no en el
tiempo,
y que la vida misma
y
los seres con los que vivas
se llenen del aroma
y
del néctar de tu existencia.
Deja que tu sombrero
sepa
el secreto de tus sueños,
que tu zapato afirme
el
equilibrio de tus pasos,
y que lo que poseas
desaparezca
con el uso;
haz que las cosas pulsen
el
firmamento del olvido
antes de que amanezca.
Cuida que tu trabajo
calme
la sed indispensable,
que el pan que esté en tu mesa
sea
de salvado y no de espiga.
Deja que las ideas
destilen pronto y se
marchiten
cuando cese el aliento
y el perfume que las
concibe,
que el silencio que anidas
llene
el espacio que respiras,
que la esencia del aire
colme
de risa tus pulmones,
que el sendero que enfiles
te
lleve siempre a buen destino.
Cuida que los recuerdos
no
conviertan tu ser en eco,
y cuando sea la noche
se
vacíen de ti las sombras,
que lo que empiece llueva
y
se termine en el instante,
que tu estadía en el mundo
no
deje señal de penuria.
Deja que tu morada
se
encuentre siempre donde mires,
que nada llegue a ser tuyo,
y
que todo esté lleno de ti.
CAMPO DE TRIGO CON CUERVOS
Trece
cuervos alzan el vuelo
sobre la
sombra o el sendero
que va
trazando a la distancia
una persona
en los trigales.
La luz
dormita en la campiña,
el
firmamento es un incendio,
los trece
cuervos en su vuelo
son otro
cielo en el paisaje.
Con paso
calmo avanza el hombre,
va entre la
hierba cuerpo adentro,
va hacia la
llama de la aurora
a recibir
tal vez su fuego.
Allá en lo
alto están los cuervos,
son cielo
negro en las alturas;
la tierra
hierve entre la niebla
donde
termina el horizonte.
El cielo
abierto baja entero,
como un
heraldo de la aurora,
a bautizar
la lumbre viva
que avanza
envuelto entre sus llamas.
Arriba trece
cuervos vuelan
en alharaca
de tormenta
hacia una
luna indefinida
que
desmenuza el firmamento.
El hombre
asciende hacia la noche,
hacia la luz
desconocida,
en su
trayecto pierde forma,
es otra
sombra en el paisaje.
El cielo
grazna tempestades
en arrebato
de parvada,
alas de nube
presurosa
que va
detrás del hombre muerto.
MACHÍRIA
El venado no
vuelve, y los montes
ahora están
poblados de invisibles;
los chanates
recogen
semillas marchitas en su vuelo,
las horas
anudan el crepúsculo a la aurora,
suspendidas.
¿Adónde
fuimos?, ¿es de día?
Hay aves en
el árbol, hay murmullos en el viento
y este sueño
de mirar
entre la hierba el recorrido en blanco brío
de los
dioses.
Todo el aire
del silencio tras la huella.
Arde el
horizonte,
suenan las
alturas en la luz de los ciruelos,
las colinas
son fogatas
en el cielo de obsidiana,
algo nace,
algo crece
entre mis ojos y la piedra del paisaje
renacido,
algo es voz
sobre la flor de la vigilia.
¿Regresaron?
Hay un alba
presentida en el ombligo;
la semilla,
ávida de sol
en el barbecho,
tiene sed
entusiasmada;
de la parra
penden uvas
y fantasmas no nacidos,
frutos
invisibles en el aire de las horas
donde flota
una presencia
inmemorial y
siempre viva,
sumergida en
el follaje, sobre el viento, bajo tierra,
en espera.
¿Es abril
este sonido, o es el viento
que no
encuentra su camino,
este suave,
delicado balbuceo de las cosas
esparcidas
en la luz y la corriente
que a
galope, todo el día, sale en busca
—incendiada
crin del alma—
del hogar
donde moraron los perdidos?
¿Es noche
luminosa en luna llena,
o es día ensombrecido
por ausencias olvidadas?
Esta luz
tañe para
todos, y no hay nadie.
Perdimos el
oído en el camino.
¿Por eso el
venado no vuelve?,
¿por eso los
montes ahora
están
poblados de invisibles?
Nosotros
no somos por
ahora la semilla,
nuestro
viento
levanta
tolvanera en el paisaje, y así vamos,
así vemos,
perdido el horizonte.
Esta bruma
ya es el fruto,
nuestros
ojos son la parra,
uva seca,
los
fantasmas no nacidos;
y los dioses
caídos en la
hierba ya no encuentran el camino
que los
traiga sin dudar de vuelta a casa.
¿Es abril en
el oído? La mirada está vencida
de
experiencia,
nada crece
en el lagar del fermento,
los perdidos
no conocen
el paisaje, y en la lumbre del instante
arde el
pulso
que al latir
es cada vez
un solo incendio.
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