Los hechos —no las ideas— como torbellinos de fuego, envueltos en
atmósferas abrasadoras; nada tibio, nada frío. Fuego, movimiento y, en
ocasiones, oposición y combate. Mientras leo un libro escrito hace muchos años,
me vienen a la mente las frases anteriores; busco seguirles la huella y, en el
trayecto, surgen por sí mismos los destellos, las percepciones —más intuidas
que sabidas— acerca de las posibilidades realmente creadoras del arte.
Pienso en lo que significa la comprensión del artista encarnada en
los hechos, y me doy cuenta de que el arte siempre va más allá de los hechos. Ese
ir más allá son llamas que ondulan, aguas que corren y siguen camino, donde
nada puede estancarse, ni estar fijo. Las ideas, a galope en los hechos, han
sido consubstanciales al destino del hombre, a la experiencia del espíritu
humano en la tierra, y todavía hoy son idénticas al destino del mundo. ¿Qué
ideas determinan ese destino? Las que confirman y se limitan a una época
aislada. Es la comprensión de esas ideas, y de los hechos en los que cabalgan,
la que rompe el cerco y modifica los destinos del hombre y del mundo.
La comprensión determina un nuevo destino, porque lleva en ella
misma la substancia del ser, y, de un modo latente, la energía transformadora
de la dinamita. No hay razón para construir sobre ruinas, se trata de limpiar
todo el polvo anidado en el mundo y en el corazón del hombre. Las ideas, y aun
los propios hechos que se dan como ciertos e irrefutables, son siempre
equívocos, en tanto que están atados a la rueca de la interpretación.
Todo arte, todo orden como posibilidad artística y creadora,
surgen de la comprensión espontánea, no son normas, y, en su carácter de estado
del ser, son irrepetibles y pueden ser transmitidas por medio de una obra a
través de llamas ondulantes que modifican un destino estancado en el hombre,
dan o pueden dar cauce al destino del ser viviente y a la energía
transformadora del ser mismo.
Las ideas carecen de un valor propio; son, por decirlo de algún
modo, un esqueleto sin sangre, sin carne, sin músculos, ni latidos, ni ojos que
miren. Para la comprensión del arte no sirve de mucho sumergirse en las ideas o
en las opiniones del artista; si de verdad es un ser creador, que ha visto y
dado orden a través de su obra, lo que habrá de llamarnos en silencio es la
comprensión que ha tenido del mundo, del hombre, de toda idea, y de la estancia
y la experiencia del espíritu humano en la tierra.
El gran tema del arte es el destino del hombre en el presente, no
el destino como un porvenir, ni un llegar a ser, sino como plenitud del mundo
viviente, donde las nociones psicológicas del ayer y del mañana pierden sentido
en la existencia, donde no hay una promesa histórica hacia la cual ir. La
historia de cada hombre, hoy, es la historia del hombre mañana.
Ni el arte, ni el artista por sí mismo descubren mundos nuevos;
sólo hacen visible lo que siempre es nuevo en el mundo, no en mundos mejores,
utópicos, imaginados, sino en este único mundo viviente y en movimiento en el
que vivimos, el mismo viejo nuevo mundo de hace ocho mil años, de hace media
hora y de ahora mismo. Por medio de la comprensión —activa, espontánea—
contenida en la verdadera obra de arte, al hombre le resulta por fin
inteligible la razón de ser del mundo y del destino (o estancia) del hombre
mismo en la tierra; algo que probadamente no sucede por medio de las ideas, los
hechos fijos, ni los aspectos formales del arte o de la ciencia.
Todo hombre lleva en sí la voz de la mirada que hace visible la
esencia del ser en las acciones humanas. Les llamo artistas a aquellos que
rompen el cerco de los hechos fijos, y dan orden y vida a la energía
transformadora del ser por medio de la comprensión que los lleva a producir la
obra de arte.
En la falta de ese elemento radical se halla la pobreza y la
falencia y la mentira de lo que galerías, editoriales y críticos de nuestro
tiempo ciegamente califican como «arte contemporáneo», como si el propósito de
fondo fuera alejar al hombre del mundo y de sí mismo. De ninguna de esas
«obras» que ellos promueven se extrae una comprensión nueva, dinámica, ni
plena. La pared está fija e inclinada hacia la nada. Será que a los mercaderes,
y a los pontífices de las academias, el arte les resulta inaccesible,
dinamitero, perturbador. El arte es un estado del ser que niegan, y el artista
es el torbellino de fuego que expone al hombre a atmósferas abrasadoras para
ver el mundo como es, siempre nuevo y viviente.
Tengo la impresión de que en nuestros días no hay muchos lectores diligentes,
inquietos, exigentes, que sólo hay, por parte de los mercaderes, el estímulo
hacia la nada y hacia la autocomplacencia del lector. Si el arte es una
manifestación completa del espíritu, y, como tal, una unidad —llama que ondula
y nunca está fija—, el hombre, que está contenido en lo que el arte expresa, es
la materia (por llamarlo de algún modo), la única materia que puede penetrar en
aquella unidad, no por medio de las ideas, ni por la idealización de mundos
nuevos, sino a través de la comprensión que ha hecho visible la voz de la
mirada por medio del artista. El arte, pues, es el hombre sumergiéndose en las
aguas que corren y siguen camino. Desde ahí, la obra no se ve a la distancia,
se vive.
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Hola Cosme. leí el ensayo en la tarde y ahora lo he releído. Como suele sucederme con los ensayos tuyos que conozco, siento la comunión de hablar o vivir de, en, un mismo lugar. No estoy seguro de que este ensayo en particular esté al alcance de personas no serias; pero quizá eso es parte de la apuesta de esas palabras que has publicado. Están a la vista, pero hay que dedicarse a entrar en ellas para realmente leerlas. Por eso me gusta mucho un párrafo del final, donde te preguntas por la existencia de lectores verdaderos. Lectores del mundo, no aquellos convencidos por la publicidad acerca de ser mejores, por leer. Otra parte que resonó mucho fue donde dices que el destino lleva y trae aquí, y tus palabras niegan la vitalidad de la perspectiva histórica como un largo camino de tiempo, con sus promesas, culpas y nostalgias. La investigación, la historia (pienso en Herodoto), se cumple como curiosidad o fuego en el momento mismo de preguntarse por algo e indagar, compartir, convivir. El arte, la expresión del momento, son ese fuego junto con la oscuridad que lo rodea, que hace posible su visibilidad, su sentido. Trato de ordenar las impresiones que me dejó la lectura; me parece un ensayo intenso, que merece estar en papel, y leerse en el café o, de noche, en la mesa propia. Aquella otra parte acerca de trascender la fe en los hechos, muy importante también. Hasta los verdaderos historiadores lo hacen. Lo menciono porque son temas afines a cualquiera que de verdad se haga preguntas, sin recargarse en la facilidad de seguir al rebaño, a la tribu cansada. Como nadie conoce los hechos, su llamada verdad, en un sentido total, nadie puede volver porque no se vive fuera de la corriente, como la llamas, y ésta es lo vivo, lo que importa, trae cosas a nuestra vista y a cualquier sensibilidad del cuerpo y del intelecto más apremiante. Me sugirió muchas cosas, pero lo dejó ahí; ya es claro que me pareci+o importante. Pienso que este ensayo puede ser revitalizador para quienes estén pasando por un momento tedioso (hablando de quienes ya les interesa esto), también es excelente compañía para quienes están en ello, y quizá, como creo haber dicho, está ligeramente fuera del alcance para otros, lo cual esiinteresante porque habrá palabras, frases, que apuntan a algo que intuyen. Entonces puede iniciarse algo ahí. Creo que estos lectores son los mejores para este ensayo. Habrá otros lectores que no sepan de qué se habla, como siempre sucede. Para ellos habrá otro momento. Y a tu ensayo le va muy bien la compañía de las palabras de Thoreau.
ResponderEliminarSaludos Señor. Excelente ensayo, magnificas ilustraciones.
ResponderEliminarTambién me gusto mucho el comentario de Leonel Rodríguez, y creo que tal como el lo menciona, entro en la categoría de personas no serias, pero igual lo que alcancé a comprender en el texto me encanto.
rodusmorthem, entonces no entras en el rubro de persona no seria, pues te interesa el tema del ensayo que estamos comentando. Con "persona no seria" quiere darse a entender alguien que no está interesado, alguien que no da ni sabe recibir. Saludos.
EliminarSaludos Señor. Excelente ensayo, magnificas ilustraciones.
ResponderEliminarTambién me gusto mucho el comentario de Leonel Rodríguez, y creo que tal como el lo menciona, entro en la categoría de "personas no serias", pero igual lo que alcancé a comprender del texto me encantó.