por Ramón I. Martínez
El sol abría al clarear
la simple hondura del agua,
reflejo del cielo, fragua
donde se ha de cantar.
Dormía el viento al llegar
ella, razón armoniosa
de claridad que reposa
la tibieza de sus manos,
delicia de ojos cercanos
para la luz jubilosa.
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El sol abría al clarear
la simple hondura del agua,
reflejo del cielo, fragua
donde se ha de cantar.
Dormía el viento al llegar
ella, razón armoniosa
de claridad que reposa
la tibieza de sus manos,
delicia de ojos cercanos
para la luz jubilosa.
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