por Alfredo Robert
AGOSTO 2009
I En Parral
soplaron trepidantes
ventarrones forasteros,
que labraron designios
en las piedras...
La constelación de Cáncer
extravió una estrella,
y tú, al nacer, llamaste a la luna
por su nombre.
Tu madre, no te cantó
canciones de cuna,
porque estaba muerta.
Y el mar pacífico
marcó sus compases
en tu niñez,
siempre lejana.
A los veinte años cumplidos
tus ojos eran ciegos.
Una voz presagiaba a tu alma
un lúgubre destino.
… Y la poesía,
tu juventud buscaba.
Desde una calle te llamó.
Desde las ramas de la noche,
la poesía te tocó las manos,
y tú, la hiciste tu novia.
Ella fundó en tu corazón
la rosa de un pueblo flagrante,
y el beso incitante
de la primavera marina.
A esa edad…
Sembraste semillas de letras
y esperaste paciente
a que brotaran en tus venas,
esparcidas las palabras.
A galope arribaste a la madurez.
Te plantaste sobre tu América
a escuchar el vocerío de su Historia
y el cantar de sus revoluciones.
Levantaste tu copa de vino
y el sol impregnó en la luz
de tu memoria, los intensos
destellos de la vid y de la sangre.
¡Te alabo y te recuerdo¡
Abuelo de los poetas.
Arquitecto de corales.
Constructor de carabelas.
Mensajero de marinos.
Comerciante de quimeras.
Jardinero de mentiras.
Médico de las mariposas.
Orfebre de formas simples.
Escultor de lo magnánimo.
Totémico boticario.
Rinoceronte de la poesía.
Cartógrafo de paradigmas.
Fogonero de firmamentos.
Campanero de sublevados.
Director de las auroras.
Compañero de las piedras.
Pastor de los elementos.
Proclamas sucesos y loas,
coronas caracolas y conchas.
Almirante de la barcarola.
Panadero de la blanca harina.
Amasas nevadas serranías
y navegas sobre enardecidas odas.
Cronista de las algas.
Esposo de damas solas.
Domador de alegres musas.
Sátiro de medusas y olas.
Consejero de galanes.
Curador de idilios crónicos.
Conquistador de inmaculadas.
Restaurador de amores rotos.
Cómplice de los amorosos.
Abogado de las flores.
Explorador en los placeres.
Defensor de amantes locos.
Tu poesía levanta faldas,
hace sonreír a los presos,
bailar a los enfermos
y orar a los labriegos.
Es un plato de papas humeantes
en la mesa de las viudas.
Estufa en fatigados asilos.
Cobijo de lana en los cuartos fríos.
Página proteica en oficinas crueles.
Aroma de papel en las plazas públicas.
Cántaro de agua en sudorosas fábricas.
Hoguera crepitante en la selva oscura.
Albañil de la gramática,
construyes versos como casas,
con ladrillos, vocablos y yesos.
Desde abajo vienes,
rey de Reyes poetas.
Desde el sur asciende tu canto,
desde el polo inferior del planeta.
Desde el coxis de América,
como una gran araucaria,
se alza y ensancha
tu voz.
II
Tu patria es vertical y oceánica,
alargada como un pan,
esbelta como una espiga,
metálica y recta como una Espada
Encendida.
Mástil de la Antártica.
Espina de los vientos.
Pilar del continente.
Báculo del mar.
Lejana codillera,
nevada Araucanía,
anclas en los médanos
de la melancolía.
Flauta del céfiro.
Solitaria llama
de la Tierra del Fuego.
Lápiz del poeta austral.
Señor de la
R
e
p
ú
b
l
i
c
a
V
e
r
t
i
c
a
l.
¿Qué astros se colisionaron
la fecha de tu nacimiento?
¿A qué capitán le robaste
su bajel de versos?
¿Dónde encontraste
tus palabras?
¿Dónde tu voz?
¿Quién te heredó
ese alfabeto de arcilla?
No fueron oraciones en aymará,
ni las armadas rimas
de don Alonso de Ercilla.
Te lo legaron:
olas antárticas, témpanos
y glaciares de nieves andinas.
La orografía de tu escritura
es arcillosa y amarilla.
¿Quién te contó
las legendarias fábulas
de tesoros sumergidos,
custodiados por dioses nativos?
¿Quién te leyó
Los divinos mitos
de los reinos indios?
¿Qué nana te llevó al circo?
¿Dónde quedó la trapecista
que se columpió en tus ojos
y te hizo escribir
los más tristes versos?
¿Qué mujeres
te endulzaron los brazos?
¿Qué muchachas
te llevaron al cine?
y te extraviaron la corbata.
¿Qué niña te rasguñó
con una rosa?
¿Quién te dijo: - ¡Vive!?
Y tú aceptaste vivir.
¿Qué minero
rimador de coplas,
te guió hasta las entrañas
de la tierra?
¿En qué galería encontraste
los esqueletos de tus estrofas?
¿Qué carpintero
te hizo esa escalera?
¿y esa ventana?
que da a un mar
sin otra orilla.
¿Qué amigo en la tertulia,
reveló la cifra oculta,
que iluminó tu noche
y tu cosmogonía?
¿Quién te regaló ese lápiz
que escribe hechizado?
¿Qué cohete te arrojó
a esa vieja constelación del cielo?
¿En qué puerto azul?
tu corazón quedó
estupefacto.
¿En qué mercado?
detuviste tus pasos.
y dijiste: - ¡Basta!.
Ya no quiero peregrinar.
Entonces,
en el bosque de pinos…
de tus zapatos
surgieron raíces
y te convertiste en árbol,
para no quejarte nunca más.
III
Sentado aún,
en el acantilado de la isla,
pediste ser mineral,
piedra ovalada de río,
roca enorme de playa,
lapislázuli, cuarzo,
metal perdurable,
o planeta vagabundo.
Te concedieron:
las piedras del cielo
y ser, tan solo poeta,
pescador de estrellas de mar
en un universo de espuma.
Te persignas ante la Cruz del Sur,
cuando un clamor de voces
recorre la tierra.
Ballenero de la existencia.
Astrónomo de miradas.
Arqueólogo del pan y la sal.
Ésta es tu residencia.
Gobernador de una ínsula.
Ministro de los cangrejos.
Adalid de los insectos.
Gaviero de un mar de signos.
Guardafaros de Isla Negra.
Conserje de los crustáceos.
Centinela de arrecifes.
Timonel de los cetáceos.
Patriarca de caupolicanos.
Primo hermano de España.
Catedrático de los erizos.
Amigo de los mexicanos.
Artífice ferroviario.
Verdugo de militares.
Encantador de serpientes.
Comerciante de astrolabios.
Psiquiatra de historiadores.
Mariscal de los justos,
denunciante de villanos,
hermano de los moluscos.
Faro de poetas pasajeros.
Filatelista de anclas, timones,
mascarones de proa, ocasos y recuerdos
…navegante de mil y un versos.
En la bóveda de tu cráneo
se encienden y giran
constelaciones tutelares,
y las mareas laceran
los muros de tus sueños.
Sin alquimias ni ironías,
tu poesía une hemisferios,
mitiga los conflictos
y regula los criterios.
Llega a saladas costas
y sopla en las casas viejas,
como silbo de ballena
o de sirenas musicales.
Penetra en la sangre
como una vacuna:
Remueve glóbulos,
circula en moléculas
e hilvana tejidos rojos.
Organiza células clandestinas.
Vaga en el páncreas, viaja en arterias,
bebe en el vaso, canta en el hígado
y alquila una habitación palpitante
en el corazón.
Sale por los ojos
y regresa nuevamente,
por el tímpano
y el caracol.
Jamás dudas
Pablo Neruda.
Siempre aciertas
tu disparo en el blanco,
de una espiral en movimiento
perpetuo.
La eternidad es tu aliada.
Tus versos dormitan
en los muelles tristes de la tarde,
y en las bodegas de los buques
que zarparon ayer.
Y la ola que llega hasta tu ojo
proclama tu existencia de viajero.
IV
De niño fuiste asombro,
de joven fuiste viejo.
Ausente y taciturno,
con porte y capa de poeta negro.
Quisiste llevar a tu amada
a la soledad de tu archipiélago,
en vez de mimar sus juegos y silencios.
¡Oh¡, abandonado.
Fue tan breve el milagro
y tan largo su epílogo.
Perdiste tu amor
y un rayo de dolor
sin anestesia,
fulminó tu corazón amarillo.
Te convertiste en el sombrío
instructor de la tristeza.
Paladín de pálidos
muchachos despechados,
que curan sus cuitas
de amor, con el bálsamo de tu talento.
Para librarte del marasmo
de la melancolía, invocaste
los besos celestes,
nuevas novias submarinas,
medusas ansiosas y mujeres caracolas.
Las piernas que se abren
se tornaron en tus libros ilustrados,
de anhelos vehementes
y vértigos jadeantes.
Te arreglaste la dentadura
para morder cuellos y brazos,
vientres claros y oscuros,
en vez de duraznos carnosos.
Te dejaron perplejo:
la pasión en la penumbra,
la suavidad de un seno,
el amor en los muslos enlazado,
los cuerpos paralelos en el lecho.
Rasguños y rugidos.
Amapolas y relámpagos.
Acechaste al amor como un tigre.
La misma religión de los animales,
las mismas costumbres de las fieras.
Dientes que rompen labios.
Lenguas que encuentran pelos.
Manos que escurren lagos.
Y ojos que enmudecen
…ante su reflejo.
Los espejos rotos,
las esencias densas,
los audaces perfumes suspendidos.
Sacerdote de censurados ritos.
Autor de sonatas de quejidos.
Espeleólogo de ombligos.
Doctor en ciencias deleitosas.
Ladrón de maduras damas
que lames, recorres y frotas,
hasta penetrar sus sueños
y callados nombres.
Esperando que sus desatinos,
Las hagan caer en las leyes
de tus melindrosas redes,
o en el anzuelo de tu destino.
Tus versos las adormecen,
tus metáforas las atan,
y sin pensar en los adioses,
ni en futuras cicatrices
…Con tu nariz de elefante
las acaricias; más risas,
hilaridades, carcajadas y besos.
Hasta olvidarse de Dios, y su genealogía.
Partitura de suspiros
en la nación del delirio,
en el resuello de la noche,
en el interior de un grito.
Agitado agrónomo,
en las parcelas de la piel,
de todo te sacias y embelesas:
Pezones en cimas a flor de piel,
dedos que resbalan y se alargan.
Caderas, axilas, cavidades.
Nalgas, puertas, bocas y pechos.
Como un geólogo,
como un minero,
como un buzo enloquecido.
Dominios explorados e inexplorados.
Yacimientos escondidos
en la desnudez de los sentidos.
Exudaciones territoriales,
y otra vez….
la sal del mar.
Y otra vez,
las gemas en los ojos:
zafiros,
turquesas,
esmeraldas,
pupilas
ópalos
y obsidianas.
En la cama de los náufragos dichosos
atracan entrecortados murmullos:
- Quiéreme, lléname, ansíame.
- Mi luna, mi vida, mi mar, mi aaamh…
Los pétalos en las sábanas,
la luna en la ventana
y la habitación que zarpa
iluminada por velas inflamadas.
Poeta.
Siempre viste la vida
como una doncella,
la naturaleza como tu concubina
y el amor, cómoda filosofía.
Y así, para ti…
Don Juan austral,
las horas fueron niñas,
las muchachas días,
los años señoras,
las enfermedades, rencillosas brujas
…. y la vejez el recuerdo de todas ellas.
…Rosita y Josefina
se pierden risueñas
en la lejanía…
Lila, Azucena, Blanca, Selena.
Rubí, Piedrafina, Gema,
Linda, Brisa, Marina, y Pura.
A veces, también te quisieron.
Aldonza, Rufina, Concepción.
Martirio, Constanza, Angustias.
Petra, Prudencia y Proserpina
…barqueras que navegaron hacia el olvido.
La ausencia
de Josie, y Albertina es una llama
que no se ha extinguido.
Pero en cambio
Delia,
María Antonieta,
y Matilde,
son el sentido y la razón
de tu paso, por aquí.
En la tierra.
V
Te veneramos y nombramos
Cacique de los Poetas.
Sastre de capas teutónicas.
Peluquero de los dioses y los sauces.
Socio de socialistas catalépticos,
y de las costureras que remiendan las banderas.
Padre de una nación entera.
Presidente de todas las cosas.
Comandante de las abejas
y de las alcachofas guerreras.
Espíritu sobre la nieve de la cordillera.
Vigía del Aconcagua.
Herrero de recia frente,
domador de la distancia.
Tu palabra
provoca terremotos,
incendia catedrales
y los libertadores
la repiten y cantan.
Las tribus indias
reconocen tus pisadas,
cuando recorres sus rutas
sempiternas:
Mapuches, quechuas,
tiahuanacos, mayas,
mayos, lakotas, apaches.
Te gritan: -¡Pablo¡
y tú, los saludas con tu corbata.
Hechicero araucano,
el eco de tu canto peregrino
ha irrigado esta tierra,
como torrente que serpentea
desde los Andes,
hasta los desiertos de Arizona.
La maquinaria de tu poesía
se eleva como el albatros,
y desde lo alto inicia un vuelo
ceremonial de la nieve al río
y de los campos a la selva.
Se alza con la niebla
a las alturas del Machu Picchu
y despierta de su sueño
a los reyes incas.
Campesinos guaraní
salen a su encuentro
y los chamanes del Chaco
la leen en silencio.
Con su ala abanica
riscos y pampas,
llanuras y llamas,
peñascos y guanacos.
El Paraná
y los afluentes
del Amazonas
la reciben
ondeando
pañuelos
que brillan
como peces.
Desde agrietados campanarios
la saludan pueblos descalzos,
devorados por el hambre.
Y desde la espesura,
una flora exuberante,
lujuriosa y húmeda.
Cruza el cinturón del mundo,
en busca de una biblioteca
y solo halla indecible pobreza.
Pasa y se queda…
le dan la bienvenida,
efímeros discursos
y bandas musicales.
Como un nubarrón,
refresca las Guyanas,
Maracaibo, Cartagena,
El Darién y Copán…
Tikal
como
una brújula,
le señala el norte,
cuando el quetzal azul
se yergue sobre las ruinas.
Convertida en huracán,
es una espiral sobre las Antillas
…y como vendaval arriba al corazón
del continente.
Comparte los festines al Sol.
Cúpulas, pirámides, pájaros.
Resplandece en los maizales
y en ciudades siempre inconclusas.
La Sierra madre guía su vuelo
hacia la región invisible de Civola
(toda en oro y sueños de diamante revestida)
Ahí, topa con migraciones de aves
que huyen del norte frío.
Entonces…
la proa de tu poema
la proa de tu poema
se bifurca.
Divide su ruta hacia
la Alta California y la Florida.
Y así, prosigue…
atravesando los océanos,
a oriente y a occidente.
La geografía de tu grafía alcanza
en Bengala, el monzón de Asia
y luego inunda con crepúsculos
el Mar Amarillo de China.
Tus coplas
sobrevuelan
villas y viñedos de Europa.
Se posan
como pavo reales,
bajo granados en la Alhambra.
Arriban a Paris, una tarde gris.
Cuando
cada
hoja
dorada,
repite un otoño nuevo.
Como romances las susurran,
enamorados nocturnos,
en los canales de Venecia
y los astros tiritan, azules, a lo lejos.
Producen cosquillas
en los cuellos de las vírgenes
y resuellos a las divorciadas.
Iluminan campos de foot- ball.
Llueven sobre racimos de uvas.
Las palmeras las acogen
y las palomas las aclaman.
Las llevan entre sus patas,
manadas de cuadrúpedos
y en sus picos,
parvadas de plumíferos.
¡ Embajador de los poetas ¡
Tu verso es un cóndor gigante
que sobrevuela el mundo,
vigilante.
¡ Y bajo esta combustión de estrellas ¡
en medio de la multitud
y de las urbes eléctricas...
¡Todo lo cantas tú, todo lo cantas¡
VI
¡ Sol glaciar ¡
gallo juglar.
Poesía lunar,
coreógrafa
de las mareas.
Tapir con boina gris.
Pingüino aristotélico,
confesor de los carteros.
Elefante marino.
Cachalote chileno.
Capitán del rompehielos.
¡ No dejes de mirar el mundo ¡
porque se apaga.
Tu que ves la eternidad
dentro de una botella;
dentro de una botella;
dinos cómo se edifican
esos versos de madera.
¿O acaso, se escriben solos?
como niños sonámbulos,
que flotan solitarios,
traspasados de misterios.
¿Qué loro, musa o deidad
te presta su voz
para que cantes?
¿Qué petroglifo sagrado,
ancestro, orquídea, estigma, delirio,
desvelo, hiedra, fiebre o cavilación
guía tus escribanos dedos?
¿La blanca yegua de la noche,
te visita en sueños y te llama ?
¿Quien te dicta esas odas?
amanuense de todas las cosas.
¿Un ángel malo,
una amada ausente?
¿una secretaria?
o un demonio desertor.
Dile,
que a mí
también, me musite
una loa al amor vencedor,
o una canción desesperada.
Poeta joven:
Si quieres ser Neruda,
observa las nervaduras
del firmamento.
Delinea
los jeroglíficos tallados
en piedras iridiscentes.
Lee y escucha
lenguas vivas
y muertas.
No malgastes
un tono,
no olvides
un signo.
No pierdas
detalle
de paisaje,
piedra o nación.
Mira con dilación,
cada grano de arena,
cada vasija y cada avión.
Guarda
en una valija
la música
de todos
los idiomas,
para que erijas
una oda
magnificente
a lo más
insignificante.
No descuides
pormenor
de lo ínfimo.
No te distraiga
lo omnicircundante.
Ve las estaciones pasar
en el tablero de los días
y de las noches.
¡ Bruñe tu libro de barro cocido,
hasta que retumbe en las aldeas ¡
¡Que
golpee
como
un
tambor ¡
Y
nos
haga
danzar
toda
la noche.
Como
esas
tribus
que
celebran
con
el fuego
la
grandeza
de
su
dios.
Poeta novel, si quieres ser Neruda,
sigue las huellas de las gaviotas
en la playa.
Advierte que los ojos de las cosas
te saludan
y te despiden,
cuando las abandonas.
Coloca sobre el mantel
de tu poema,
los enseres muy bien dispuestos:
las dóciles cucharas, los platos sin fondo,
y todo lo insondable
en un florero.
Mira en una naranja el sol.
En una cebolla un planeta.
En un gallo la aurora
Y corre a la tristeza de tu casa.
VII
General de un ejército intangible,
tus huestes son frases,
tus verbos soldados
y tus cuchillos son de arcilla de Chillán.
Tu poesía es de uranio y cobre;
no la destroza lo vano,
no se enferma de tifo,
no la exterminan los jueces,
no la rompen los niños.
No la contaminan los televisores,
ni la asfixian los políticos.
Tu canto mineral trae
alivio a las enfermeras,
pudor a los engreídos,
vitalidad a los inválidos
y el triunfo a los desposeídos.
Suaviza la garganta
de los españoles.
Prodiga tonalidades en el Caribe.
Devuelve su gloria al inca,
la dignidad al maya,
y la ecuanimidad a los argentinos.
La cantan:
Los negros de Curazao,
de la Martinica y “el Harlem”.
Legendarios relojeros indios,
mestizos petroleros,
criollos diletantes,
acróbatas ciegos
y albañiles legionarios,
blanqueados de cal.
Aduanero
de fronteras invisibles.
Tu escritorio es un taller
de relámpagos y versos.
Tu canto,
el Canto General
a todas las cosas;
a las gemas abstractas,
a los trenes materialistas,
a los coleópteros colectivos,
a los mamíferos egoístas,
a naciones mal heridas,
a pueblos no nacidos,
a los frutos terrestres,
y a las cosmogonías de tu gente.
Sigue cantando
con tu sonsonete.
Pelícano inmortal.
Manatí de aguas dulces.
Diplomático de playas.
Deportista de tu nombre.
Búfalo del sur,
indómito jabalí.
Poeta cósmico,
poeta cómico.
Poeta amargo,
poeta agrario.
Poeta industrial.
Industrioso sapo, galápago poeta.
Senador por las provincias
del alma.
Cónsul del día, en la representación
del viento.
Embajador de repúblicas que nacerán
al alba.
Querido gordo amigo:
Sonoro andador andino.
Araucano universal.
Americano mortal
y puro…
como una manzana.
Cantas lo que quieres decir,
gritas lo que quieres cantar
y callas, lo que llevaremos
…a la muerte.
La caligrafía de tu destino,
en su línea de carbón,
te llevó hasta una España sedienta,
a que vivieras el horror y el llanto
de la guerra fraticida
y a que erigieras un monumento
justo,
en la plaza central
de tu persona.
VIII
Escarabajo militante.
Cirujano de las rosas.
Enemigo de los frailes.
Protector de las langostas.
Bolchevique, bailarín
de cuecas y tangos.
Cosaco de las estepas cuyanas.
Estalinista
por convicción.
Marxista
por lo concreto.
Cuando en tu buró político
dejaste acostada tu pluma...
Soñaste utopías proletarias.
Gobiernos de obreros poetas
y la santidad de la máquina.
Los ejércitos de la unidad.
Las sociedades soberanas.
La igualdad de clases
y razas sin castas.
La fundación de naciones
veneradas por cosechas,
que danzan y representan,
el progreso y el mañana.
Desde la ventanilla
de un aeroplano comunista,
viste a jornaleros sin sueño,
construir carreteras como ríos
y atronadoras presas hidroeléctricas.
Enrojecidas metalúrgicas,
ablandando el hierro dúctil.
Multiplicadas viviendas,
de huesos de hormigón
y carne de concreto.
Operísticos ferrocarriles,
aderezados con banderas rojas,
lanzando nostálgicos silbidos,
antes de partir y convertirse
en horizonte.
Desfiles de tractores
arando en la tierra trigo,
y constelaciones de papas.
Escuelas sonrientes.
Aulas cantarinas.
Hospitales donde la vida
elevaba su canción
a la esperanza.
Tu alma se pobló
de himnos al devenir,
mecidos por la victoria
y la convicción de los camaradas.
El triunfo del proletariado en marcha,
que aplasta a los tiranos
y devuelve la fe a las muchachas.
No lo sabías...
no lo presentiste siquiera.
Los gobiernos populares
también se extraviarían.
Obedientes
a la condición humana,
indolente,
de transformar el poder
en infamia.
La fraternidad de los hombres
se desmoronó ante tus ojos.
Aquella realidad que cambió,
se posó como un desvencijado vestigio
…en la memoria
colectiva del orbe.
Entonces incontables mercaderes
impusieron su religión.
¡Oh diosa¡ Economía concupiscente.
Companies & explotation. Corporations.
Bombarderos de oro y océanos ahogados en petróleo.
La burguesía nadando en naderías
y la usura, saludándonos desde su coche rojo.
En el colofón
de este melodrama,
los banqueros repartieron
los bienes terrestres.
El capitalismo voraz
ganó la batalla
y se adueñó del mundo.
Y a ti,
a ti, …te tiraron
todas tus estatuas.
IX
En 1973…
cuando moriste.
Cassals viajó al cielo
en el estuche de su chelo.
Picasso fue a buscar
minotauros a otros laberintos,
y el mundo se quedó
…sin… Pablos.
Cuando tu vida se apagaba,
habían secuestrado tu patria.
El oprobio se pavoneaba
vencedor de la democracia.
Llegó grande la guerra,
llegó echando fuego.
Derribando muros,
puertas y ventanas.
Otra vez,
como en España,
la sangre por las calles
derramada.
Washington, el incansable
exterminador de pueblos indios,
esta vez, derramaba
la sangre de los andinos.
Chile,
por
ser
recto,
social
y justo,
recibió
su
merecido.
Los tanques aplastaron sus guitarras
y los bombardeos apagaron los versos,
los radios y los besos.
El deshonor
de ese tiempo,
quemaba tu frente enardecida.
Generales entronados.
Traidores a sueldo.
Rompieron casas,
desmembraron hombres.
Las madres sacrificadas
abrazaron los retratos
de su hijos desangrados.
Y tú,
armadillo blindado
contra la ignominia,
también quisiste detenerlos
y les arrojaste una alcachofa,
que quería ser granada.
El poeta,
herido de muerte
en su alma nacional,
agonizaba de rabia.
México te esperaba
para curarte las heridas,
…pero ya no llegaste.
¿Y la libertad?, allende, allá,
para otros tiempos postergada …
Ya no lo supiste.
Nadie en tu tumba,
te lo dijo…
Finalmente los hijos de puta,
recibieron su merecido.
Y tú,
“Pueblo Neruda”,
fuiste, juez de militares,
vengador de ruines,
vencedor de sanguinarios,
verdugo de asesinos viles.
A tu patria
retornó la justicia,
radiante y bella,
sin oropeles.
Limpia,
recién bañada
y con la balanza
muy bien ajustada.
A Chile regresó
la grandeza
de siempre.
Volvió el cantó,
la poesía,
la dignidad,
el trabajo.
y
tú,
trovador,
te quedaste,
junto con otros fantasmas,
a barrer tétricos almacenes
y fúnebres parques.
A perseguir…
el eco )))) en los abismos.
A ser…
Cielo perforado.
Sombra de la nada.
Silencio de la nieve.
Vacío en las estancias.
Viento
desatado,
que aterido corre,
entre su gente
y anhela
renacer cantando.
X
La muchedumbre propagó el grito:
-¡Neruda ha muerto¡
Poeta yerto.
Descarnado, en un cajón,
en espera del invierno.
Ahora
que tu pecho y tu garganta
son ceniza inerte, déjame decirte:
Tus versos
crecen
como niños.
Tus cantos
siguen
rodando,
como
las piedras
redondas
que lleva
el río.
Ascienden como savia
por venas de madera,
y musicales ramifican
los follajes que agita
el ventisquero.
Tu poesía es Aún:
Una catedral
ventilada por la brisa,
y una nave
siempre a punto de zarpar.
Un violín encordado
con vocales.
Una casa de huéspedes,
con sábanas blancas
como velas,
y un cuarto de planchar.
Un coro de ostras
que ensaya una misa
en Sol Mayor.
Un museo
donde los retratos
de los héroes
han resucitado.
Un estadio
que vitorea el regreso
de bardos latinos.
Un tranvía
que lleva el dolor
al exilio.
Un potro sudado,
que resplandece
bajo el granizo.
Un aeropuerto
donde arriban y parten
volátiles versos.
Un trasatlántico iluminado
por una orgía de luciérnagas.
Un armario
todo lleno de mar.
Una maleta,
que resguarda,
el secreto de una raza
y el traje de la República.
El estandarte
de la primavera
que proclama
una eternidad.
Aún,
recatadas, tus palabras,
se sientan a la mesa.
Tus adjetivos, siguen
retozando como niños
al salir de las escuelas.
Las sílabas
de tus frases,
se recargan
una en la otra,
para mantenerse
unidas e inequívocas.
tus libros apilados,
son peldaños
a títulos de nobleza.
El fuego amarillo
y las agujas de la lluvia,
han acabado
con algunos volúmenes.
Pero tu obra,
resignada a la inmortalidad,
se mantiene en pie…
Sólida,
prolija,
inoxidable,
inquietante,
incorruptible,
inquebrantable,
estoica,
y actual.
XI
Si con la primavera…
vuelves a nacer, Pablo Neruda.
Ven con manos resueltas.
Dominadoras de algún oficio.
Tus manos de día,
ahora fabricarán
escobas y sillas.
Con la destreza de un maestro,
manejarás las pinzas,
los martillos y los clavos
y ya no te sentirás culpable.
Nunca más.
Si vuelves a nacer…
apacigua tus caballos,
regala tu telescopio
y quema tu cordón franciscano.
Desiste…
apóstol de los objetos,
de levantar casas,
de comprar puertas,
de predecir naufragios,
de llevar tu volcán a cuestas.
No escribas más
tu nombre,
en las espaldas
de las mujeres.
No uses seudónimo,
no juegues con antónimos.
Deja ya de importunar señoras,
de devorar el mundo,
de poblarlo de poemas,
de desgastarlo con la sal
de tus ojos.
Quédate sosiego.
Vete en un taxi
a una piscina veraniega,
a jugar a las barajas.
¡Huye de la pena¡
Escóndete en la feria.
Vuelve al sur con tu paraguas.
Regresa a tu insula Barataria
y piensa, si vas a repetir
las mismas cosas.
Si otra vez nacieras,
no vuelvas a Italia.
No busques más galeones
por mediterráneas callejuelas.
Ni subas torreones conventuales,
a tañer el metal de sus campanas.
No vayas a Valparaíso
a medir el tiempo de su relojes.
A recorrer sus calles,
a olfatear sus peluquerías.
Ni a escudriñar las redes
filosofales de sus pescadores.
No guardes, ningún
rencor en tus bolsillos,
no traigas tu batallón de abejas.
Perdónanos a todos,
y encuentra otra manera
de vencer a los codiciosos.
Siéntate a descansar
sobre los esteros,
donde allende se ven las islas,
como tortugas congeladas,
o delfines suspendidos
en la cámara fotográfica
del tiempo.
Sube a la cima del acantilado,
y ahí toma el autobús,
que va a la bóveda del cielo.
Húndete en el regazo de la noche.
Arroja tu corazón al mar
y que te amamanten las estrellas.
¡Vuela poeta de sal!
poeta huérfano.
Confiesa que has vivido
y despídete del mundo.
Vete a cambiar
la geometría de los planetas.
Aquí, las manos transparentes
de la eternidad te cerrarán los ojos.
Encamina tus pasos
hacia el firmamento
y ahí, componle versos
a las galaxias
y odas a los universos.
XII
Cruzarás:
Innumerables
soles
áuricos,
agonizantes
o recién nacidos.
Nacarados satélites
y planetas triangulares.
Cristalizadas
galaxias.
Asteroides
de diamante
y cometas
de cuarzo
congelado.
Deambularás en órbitas
de turquesas gigantes,
ágatas fugaces
y fosfóricos luceros:
- “Ahí va Pablo Neruda” -
Dirá algún astro suave:
- “Con los bolsillos de su saco
repletos de piedrecillas y poemas,
a llorar por las ballenas”.
- “Ahí va Neruda, con su boina,
su nariz de papa subterránea,
y sus ojitos”.
Tú, como cónsul poeta,
los saludarás con tu bufanda.
No los escuches
pasajero.
Tú,
sigue tu bitácora,
por las elípticas trayectorias
que te señalan los celestes cuerpos.
Atravesarás fabulosas nebulosas,
grandes lagos de prismas transparentes,
Incendiados rubíes, redondas esmeraldas
Y succionantes hoyos negros.
No temas
a la vastedad
de tu jornada...
A lo lejos,
alguien canta…
Si en tu travesía,
cruzaran ante tus ojos,
caprichosas diosas griegas.
No quieras bailar con ellas,
ni desvestirlas con la tersura
de tus metáforas.
Cierra bien los párpados.
No mires su inmortal belleza.
Aquí, no hay gastos de transporte.
No preguntes por tus llaves,
ni por tu valija diplomática.
Tampoco revuelvas las cosas del cielo.
Las galaxias no son caracolas.
No intentes recogerlas.
No quieras agregar al zodiaco
nuevas constelaciones:
la de la Pera,
la de las Tijeras,
la de los anteojos,
ni la de los Zapatos Rotos.
Este es el océano sin agua,
sin espuma, sin fin
y sin música.
¡Tanta materia y tanto espacio
en espera de una sola célula¡
Si ves el alumbramiento
de algún sol colosal.
Déjalo solo, como a un dios,
que viaje y gire en su devenir
solitario y descomunal.
Si tienes la suerte
de admirar la colisión
de dos espirales lechosas,
no implores compasión
por toda esa cristalería despedazada.
Son las encarnizadas
batallas del cielo.
Los blancos ejércitos
de estrellas,
estrellándose
con el doble de si mismas,
para invadir de luz
la noche imperecedera.
Así son las leyes
despiadadas y matemáticas
del cosmos.
En esta épica no hay gloria,
ni motivo, ni perdón,
ni un humilde cementerio
para todas esas estrellas guerreras.
Es sólo,
un molino industrial,
que pulveriza lámparas
y titánicas rocas esféricas,
para surtir de arena,
otros mares
y otras playas
de muy remotas riberas.
¡Sigue viajero.
Sigue radiante¡
Que te alumbren
soles maduros
como frutos amarillos.
Te reconocerán
legiones de zafiros,
aerolitos de amatista,
lunas y topacios
como ojos del cielo,
o espejos del tiempo.
Querrás quedarte a habitarlos
y a esperar, que te concedan alguna
Eva.
Pero ahora,
la nada y la luz viajera,
son tus únicas compañeras.
¡Éste es el espacio inmemorial!
No quieras conocer sus límites,
ni imaginar su forma; de huevo,
gato, pirámide o cubo.
Ni anotar en tu itinerario
cuánto tiempo ha acontecido,
desde que dejaste
tu isla.
Vagas por el anchuroso cosmos,
como aquellos veleros
que nunca alcanzaban la otra orilla.
Sujétate al cordel
de algún cometa.
¡Entrégate a tu viaje¡
como lo hacías, desterrado,
allá…
en la tierra.
No busques el resplandor
de Inti.
Ni a Faetón, ni a los herreros del cielo.
No desfallezcas.
Continúa
Ingrávido,
poeta.
Sigue
anhelante.
No has
llegado
todavía.
Calcedonias,
malaquitas,
acerinas,
granitos
y humildes lajas y guijarros,
son las puertas que buscas.
¡Ábrelas¡
y déjate llevar hacia…
el inconmensurable
archipiélago constelado.
Hasta arribar
al litoral
del inmenso
atolón.
Corazón del firmamento.
Ahí, te recibirán todos
los que habías querido
y que se habían ido.
Abrazarás por fin a tu madre.
Y tus amigos poetas
Organizarán, a tu arribo
¡una gran fiesta!
Una interminable velada
de amor
humano,
que inflamará
de risas, voces
y música sin fin,
al necio,
despoblado,
y dramático
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