Por Diana Eréndira Reséndiz
(poeta mexicana)
La mula es
la mujer que avanza persiguiendo
una
zanahoria que cuelga justo frente a sus ojos
como si no
hubiera horizonte inmenso
como si
tuviera tanta hambre siempre.
Quién sabe
qué tanto arrastra
porque
ligera no anda y eso que cada 28
se vacía
decepcionada biológicamente hablando.
El que se
dedica a colgar la hortaliza naranja,
frente a
su vista, no es otro más
el que
dice amarla, aunque no tenga claro
que
guiarla significa ir con ella
en el
camino no importando el embuste oportuno
para ir de
un lado a otro
a costa
del animal de carga.
Lo he
pensado, en lo que he leído,
lo he
sentido en mi vulva / vagina / vientre
lo
reconozco en los aullidos desesperados
de un
mamey abierto
o en un frasco
de yogurt ya sin contenido:
somos
dentro, recipiente, nido, hueco
y esa
cualidad innata,
también
reforzada por la sociedad
que
determina el anhelo constante de ser,
siendo
alguien al servicio y afecto de otro
con mayor
sentido dominante.
Ni una de
tus canciones te apartaron del sendero
mula de
sonrisa chueca
bruja
empecinada en el conjuro amoroso y no en la dosis correcta.
De
pincharme las venas un día faltará bastante imposible
porque
detener el tiempo no cancela, sólo pausa,
el avanzar
por lo prometido.
El meollo
está en soltarlo,
exponer el
vacío y fijar la mirada más lejos
de
nuestras narices
no
importando sentirnos libres.
La
tristeza, tierra baldía
donde me
hundo y se me aclara que a solapa se anda,
en el
silencio, entre dos orejas con aretes.
¿Cuándo te
harás mujer,
niña azul
y triste?
Jesus fucking
Christ!
I wanna be
happy so fucking bad!
–dice Janis, y coincido.
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