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martes, 13 de abril de 2021

On music and education in Aristotle


Sin Bemoles


Por Miguel Salmon Del Real
(Director de la Orquesta Sinfónica de las Artes)

TW @migueldelreal
IG @miguel_delreal_conductor
FB Miguel Salmon Del Real - Orchestra Conductor



For the ancients, music was an integral part of education. Today, neuroscience provides new evidence as to why.  It is imperative to go over the ornamental nature of music in current educational programs.

 

 

On music and education in Aristotle

part one

 


Talking about ancient music theory has become an exercise of speculation and figurative language. Trying to approach a sound phenomenon of which there is no acoustic record has been a scrupulous effort for philosophers, historians, musicologists and performers to reconstruct a temple of which we can barely glimpse supports and columns. Nowadays we speak of ancient music based on physical evidence, images portrayed in works of art and written descriptions. From these abstractions we strive to "hear" what it probably meant. In this matter, some texts by Plato and Aristotle are the references par excellence. The Greek musical modes, those systems of stairs (or scales) of musical notes, are a representation, being written in a descending way, symbolizing the direction in which sounds descend from gods to men. Currently, we have reconstructed that system, and although at a theoretical level it can be easily explained, we vaguely know how it was put into practice.


Aristotle admits in his Politics that music has an effect on people's conduct, that it exerts a big influence on their behavior and, therefore, it must be considered in education. He begins with a record of the subjects that comprise regular education:


 There are perhaps four customary subjects of education, reading and writing, gymnastics, music, and fourth, with some people, drawing; reading, writing and drawing being taught as being useful for the purposes of life and very serviceable, and gymnastics as contributing to manly courage; but as to music, here one might raise a question. For at present most people take part in it for the sake of pleasure; but those, who originally included it in education did so because, as has often been said, nature itself seeks to be able not only to engage rightly in business but also to occupy leisure nobly; for—to speak about it yet again—this is the first principle of all things. (Aristotle, Politics,1337b23-34).


Aristotle finds in each discipline a specific function, except in the case of music, a discussion that will remain until the end of the 8th. book of his Politics. From the beginning, he assigns to music a recreational quality, which, by the way, is essential for the different popular genres of all times. We are approximately fifteen centuries before the genesis of concert music, around 1600. This kind of "more complex" music does not always find its essence in amusement, although it also fulfills this purpose. As it develops, it will try to bring the modern man to the zenith of aesthetic experience by means of new technical resources and new artistic conceptions. Nevertheless, this culmination is equivalent to what Aristotle ends up considering: that music, outside the bonds of functional purposes, it raises the exaltation of the soul.

 

The question on how to classify music, given its versatility, endured for another thousand years: there were many doubts as to whether it should be included in the Trivium, or the Quadrivium, that is, next to grammar, dialectics and rhetoric, or arithmetic, geometry and astrology. Just five centuries ago, the tendency to exclude it from educational programs was increasing.

 

Paradoxically, today neuroscience seems to vindicate what ancients already knew: that music thoroughly enhances thinking skills, and it's even pointed out that music works as an auspicious medium in therapeutic tasks for individuals of all ages. In the 21st century it is necessary to take up this discussion again, under the premise of whether music should be part of educational programs in a more structural and enlarged way, and if it should also walk with us throughout other stages of life. This reinforces the question of whether recent scientific discoveries about the cognitive benefits of music should be the basis for new public policies in the field of education and health.


De música se habla sin bemoles



Miguel Salmon Del Real © Archivo: Salmon Del Real

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Szeryng visitó México en calidad de intérprete traductor en 1942, acompañando al General Sikorski, Primer Ministro de Polonia. Se entrevistaron con el presidente Manuel Ávila Camacho con el objetivo de buscar hogar para millares de judíos, a los cuales la Segunda Guerra Mundial forzó a dejar su país. Al poco tiempo, 1453 refugiados polacos fueron recibidos en la Hacienda de Santa Rosa, en León, Guanajuato, y Szeryng fue invitado a permanecer en el país. Ante el hospitalario gesto hacia sus compatriotas, Szeryng hizo patente su agradecimiento por el resto de su vida. A los veinticuatro años de edad, en 1943, se estableció al norte de la capital mexicana, y comenzó una entusiasmada labor concertística, de enseñanza, y de colaboración con los más grandes compositores del país.


Miguel Salmon del Real ha afirmado, en más de una ocasión, en público y en la cercanía que proporciona la amistad y la confianza recíproca, que “la música clásica une al ser humano con la eternidad, favorece el desarrollo humano, es pasión, es emoción, su encanto es eterno”. Son palabras que confirman una sólida confianza que lo vincula no sólo con sus mentores Bernard Haitink, Pierre Boulez, Peter Eötvös, sino con lo mejor de una insoslayable tradición europea Frans Brüggen, Nikolaus Harnoncourt, Daniel Barenboim, Claudio Abbado, de la cual es heredero y uno de nuestros más orgullosos embajadores culturales.


lunes, 12 de abril de 2021

De música y educación en Aristóteles



Sin Bemoles


Por Miguel Salmon Del Real
(Director de la Orquesta Sinfónica de las Artes)

TW @migueldelreal
IG @miguel_delreal_conductor
FB Miguel Salmon Del Real - Orchestra Conductor



Para los antiguos, la música fue parte integral de la educación. Hoy, las neurociencias brindan nueva evidencia acerca del porqué.  Urge revisar el carácter ornamental de la música en los planes actuales de estudio.

 

De música y educación en Aristóteles 

Primera parte



Hablar de teoría musical antigua ha resultado un ejercicio de especulación e imaginería. Intentar aproximarse a un fenómeno sonoro del que no se tiene registro acústico, ha constituido para filósofos, historiadores, musicólogos e intérpretes, un esfuerzo esmerado de reconstrucción de un templo del que apenas vislumbramos soportes y columnas. Hoy pensamos la música antigua con base en evidencias físicas, imágenes presentes en obras de arte y descripciones escritas. A partir de esto intentamos “escuchar” lo que probablemente fue. Al respecto, algunas luces en los escritos de Platón y de Aristóteles constituyen las referencias por antonomasia. Los modos musicales griegos, ese sistema de escaleras (o escalas) de notas musicales, son representadas por escrito de modo descendente, aludiendo a la manera en que los sonidos bajan de los dioses a los hombres. Actualmente, hemos reconstruido este sistema, y aunque a nivel teórico lo describimos con facilidad, conocemos vagamente la forma en que se llevó a práctica.


Aristóteles reconoce en su Política que la música tiene un efecto sobre la conducta de los individuos, que ejerce una influencia en su comportamiento y, por tanto, debe ser considerada en la educación. Comienza con un recuento de las materias que constituyen la educación regular:


Son cuatro las que suelen enseñarse: la lectura y escritura, la gimnasia, la música, y en cuarto lugar, algunas veces, el dibujo. La lectura y escritura y el dibujo por ser útiles para la vida y de muchas aplicaciones; la gimnasia porque contribuye a desarrollar la hombría; en cuanto a la música podría planearse una dificultad. Actualmente, en efecto, la mayoría la cultiva por placer, pero los que en un principio la incluyeron en la educación lo hicieron, como muchas veces se ha dicho, porque la misma naturaleza busca no sólo el trabajar correctamente, sino también el poder servirse noblemente del ocio, ya que, por repetirlo, una vez más, éste es el principio de todas las cosas. (Aristóteles, Política, 1337b23-34).


Aristóteles encuentra en cada disciplina una función concreta, excepto en el caso de la música, discusión que proseguirá hasta el final del octavo libro de su Política. De inicio atribuye en la música una cualidad recreativa, misma que, por cierto, resulta esencial para los distintos géneros populares de todos los tiempos. Nos encontramos a cerca de quince siglos antes del nacimiento de la música de concierto, hacia el 1600. Esta clase de música “más compleja”, no encuentra siempre su esencia en lo recreativo, aunque también cumpla con ello. A medida que evoluciona, intentará llevar al hombre moderno al cenit de la experiencia estética por medio de nuevos recursos técnicos y nuevas concepciones estéticas. En todo caso, dicho culmen equivale a lo que Aristóteles termina por considerar: que la música, fuera de las ataduras de lo utilitario, suscita el enaltecimiento del alma.


La cuestión sobre cómo clasificar la música, dada su versatilidad, perduró mil años más: se dudaba de si debía ser incluida en el Trivium, o en el Quadrivium, es decir, acompañando a la gramática, a la dialéctica y a la retórica, o bien, a la aritmética, a la geometría y a la astrología. Apenas hace cinco siglos, la tendencia a excluirla de los programas de estudio fue en aumento. Paradójicamente, hoy, las Neurociencias, parecen reivindicar los que los antiguos sabían; que la música potencia cabalmente las habilidades del pensamiento e inclusive, señalan a la música como medio propicio en tareas terapéuticas diversas para individuos de todas las edades. En el siglo XXI debemos retomar esta discusión, bajo la premisa de si la música debiese formar parte de los planes de estudio de un modo más estructural y prolongado y de si además, debería acompañarnos a lo largo de otras etapas de la vida. Esto nos lleva a plantearnos, si los recientes descubrimientos científicos, acerca de los múltiples beneficios cognitivos que la música conlleva, deberán ser base de nuevas políticas públicas en materia de educación y de salud.

De música se habla sin bemoles



Miguel Salmon Del Real © Archivo: Salmon Del Real

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