Por Sergio Negrete Salinas
(poeta mexicano)
para Bernardette Flatow
Cuando yo te acariciaba, tan tarde, no
sabía
que mis
caricias se diluían en tu cuerpo,
en el
tiempo del amor, que todo hace suyo,
en el
nombre de lo más ligero
donde todo pierde
su peso… y su nombre.
Cuando anidaban
mis muslos en los tuyos
no sabía
quién eras tú, no lo sé ahora,
ya no sé
nada sino tú, la luz, la noche, Luna
y
estrellas, y las caricias perdidas
en ti, en
tu cuerpo, en el aire, la luz, la noche.
Cuando puse
mi boca por primera vez
sobre tu
boca, adentro de tu coche, un juego
o una
revelación (¿lo sabes?), supe
que todo
volvía, lo dulce, lo terrible
de lo más
dulce, lo unívoco, lo que se pierde
en una
caricia, se dispersa, se abre entre la
trabazón
urgente de los muslos, se hace más dúctil
de un labio
a otro; como ya sé que ahora no
es más que
palabra y tiempo, y lo que supe
no es más
que dilución en ti, amor mío,
de noche,
luz, aire, tiempo sin tiempo… en ti, déjame
enumerar,
como antes los niños las estrellas
en el cielo
abierto y despejado, estas palabras,
caricias,
muslos tensos, labios, besos,
sólo una
vez más, para poder irme.
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