sábado, 6 de marzo de 2021

De la Venecia barroca al Buenos Aires porteño: Vivaldi, Piazzolla y sus Cuatro Estaciones


Por Miguel Salmon Del Real
(Director de la Orquesta Sinfónica de las Artes)

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Antonio Vivaldi y Astor Piazzolla nacieron un viernes de marzo. Uno, 243 años antes que el otro. El primero, un día cuatro del mes; el segundo, un día once, pero de 1921, es decir, hoy, hace cien años.

Ambos compositores retrataron con música las cuatro estaciones del año, uno desde el alto barroco de la Venecia del siglo XVIII, el otro, desde el bullicio de las calles del Buenos Aires de la segunda mitad del siglo XX. Los dos tenían cuarenta y tantos años al componer sus respectivas obras dedicadas a los distintos rostros que la naturaleza muestra a lo largo del año. La entonces república de Venecia, y la moderna capital de Buenos Aires, tienen en común puertos históricos, diversidad de paisajes, y senderos que desembocan en el misterio de las aguas, fuentes de irrevocable inspiración.

Venecia en el siglo XVIII

Vivaldi dio origen a sus Cuatro Estaciones como una tetralogía de Conciertos para violín. Piazzolla concibió cada estación entre 1964 y 1970. Compuso primero el Verano Porteño, y al año siguiente el Otoño Porteño; más tarde la Primavera e Invierno Porteños. Antes de convertirse en una colección, eran interpretadas de forma autónoma. La instrumentación original de la mayoría de ellas corresponde a la del quinteto: bandoneón, violín, piano, guitarra eléctrica y contrabajo.

En 1998, el compositor Leonid Desyatnikov (Ucrania, 1955) llevó a cabo un arreglo en el que vinculó la música de Vivaldi con la de Piazzolla. Homologó la instrumentación de las Cuatro Estaciones Porteñas, transfiriéndola a orquesta de cuerdas con una parte solista para violín. Mientras Desyatnikov cambiaba la instrumentación del quinteto tanguístico por un grupo de cuerdas, insertó pequeños extractos de la música de Vivaldi. En el Verano Porteño, introdujo motivos del Invierno vivaldiano. De manera correspondiente, introdujo en el Invierno Porteño la música de los vientos impetuosos del Verano veneciano. La razón alude a la manera en que los hemisferios del planeta “alternan”; mientras en el hemisferio norte es verano, en el hemisferio sur es invierno, y viceversa.

Más tarde, el maestro César Olguín (Argentina, 1954), elaboraría un arreglo diferente, donde la parte solista fue distribuida entre dos violines, una viola y un chelo, como resultado de una comisión hecha por la Modesto Symphony al Cuarteto Latinoamericano. En esta versión, el autor inserta música de Vivaldi en la de Piazzolla sólo entre estaciones del mismo nombre: el Verano de Vivaldi da comienzo al Verano porteño, y el Invierno veneciano introduce el Invierno porteño. El estreno tuvo lugar en California, en 2008. Nueve años más tarde, el mismo cuarteto grabó esta adaptación en Boston. Conocí el arreglo del maestro Olguín en 2014, al dirigirlo en Morelia, al frente de la Orquesta Sinfónica de Michoacán, y, justamente, con el Cuarteto Latinoamericano como solistas.

Astor Piazzolla expresó el siguiente deseo: “que mi obra se escuche en el 2020, y en el 3000 también.” Esta noche, justo en el centenario de su natalicio, tendremos el honor de estrenar en Culiacán la propuesta de las Estaciones Porteñas del maestro Olguín, con la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes (OSSLA) y el Marketo String Quartet, conformado por Olga Khudoblyak (Ucrania), Xavi Tortosa (España), Carlos Guadarrama (México) y Octavio Hidalgo (Ecuador). Iniciaremos el concierto con las Estaciones de Vivaldi donde la parte solista será alternada entre tres virtuosas del violín: Olena Bugaychuk (Rusia), María José Oviedo (Venezuela) y Victoria Camacho (Colombia), con lo cual celebraremos, además, la lucha histórica y los méritos de la mujer en pos de  una cultura de equidad. Así, con un total de siete solistas, provenientes de siete países distintos, todos integrantes de la Sinfónica de Sinaloa de las Artes, se engalana esta doble conmemoración. Por primera vez en un año, el Teatro Pablo de Villavicencio de Culiacán, recibirá público con un aforo máximo de 400 personas. El día de hoy, a las 20 horas.

Piazzolla y su obra constituyen un caso peculiar en la historia de la música. Se trata de un melodista prolífico, que sitúa con toda conciencia una obra que colinda entre un ecléctico folklor urbano y una tradición europeizante, materializada por el ímpetu implacable, propio del renovador. Nadia Boulanger, la reconocida pedagoga francesa, le había aconsejado al joven Astor, durante su formación en París, no alejarse del espíritu de la gran música popular que le era inherente, donde sus aportaciones alcanzarían, sin duda, una dimensión por demás trascendente.

De música se habla sin bemoles


© Ramón Merino


Miguel Salmon Del Real © Archivo: Salmon Del Real

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Miguel Salmon del Real ha afirmado, en más de una ocasión, en público y en la cercanía que proporciona la amistad y la confianza recíproca, que “la música clásica une al ser humano con la eternidad, favorece el desarrollo humano, es pasión, es emoción, su encanto es eterno”. Son palabras que confirman una sólida confianza que lo vincula no sólo con sus mentores Bernard Haitink, Pierre Boulez, Peter Eötvös, sino con lo mejor de una insoslayable tradición europea Frans Brüggen, Nikolaus Harnoncourt, Daniel Barenboim, Claudio Abbado, de la cual es heredero y uno de nuestros más orgullosos embajadores culturales.



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