Por Ricardo Bernal
(poeta y narrador mexicano)
LA REINA
II)
El inquisidor destripa amuletos, mueve las ruedas de su máquina: de las mangas de su disfraz cuelgan esqueletos de peces y cruces diabólicas. Un colibrí se detiene en el centro de las manecillas: el mediodía es un abuso, un martillo que clava designios en las cabezas pelonas de allá abajo.
III)
Bebes aguardiente. Nosotros caminamos hacia tu sino, una maraña de sílabas quiere ser mantra en las orejas pero luego se disuelve en percusiones prehistóricas, en el crepitar de millones de soles -o tal vez el mismo sol, millones de veces repetido-.
IV)
La muerte ronda en los puentes, en las aguas de obsidiana, en los obeliscos.
V)
La luz del Espíritu Santo es pluma en tu frente: alrededor giran planetas, moscardones y avispas, un dios colibrí meditabundo. El humo verde de tus menjurjes se eleva hacia los nubarrones: saltan acuarelas en los ojos, los arbustos caminan con pasos de sombra y el cristal de tus uñas pela el cascarón de la crisálida acuosa donde aguardamos.
VI)
No hay baile. Llega la luna, se sienta en su sillita y se cubre con un rebozo morado y azul… detrás de ella: millones de lunas ancianas que atiborran la cúpula celeste.
VII)
Han pasado doce horas. El sur se cierne sobre cada una de nuestras arterias -el bálsamo añoso del bosque nos llama, no tan lejos-, y huimos en tropel, lobos de lumbre, búhos de sal: seguimos tu voz en malezas y manglares hasta que tu voz es el manglar y las malezas.
VIII)
La muerte glacial ronda en los puentes, en las aguas de obsidiana. Pero esta vez la esfera escapa de sus manos y va a dar al pantano milenario donde tienes tu casa. Estamos limpios.
(poeta y narrador mexicano)
SEMANA EN DESORDEN
El domingo nos
sonríe, enorme y anaranjado... pocos saben que detrás de su rostro benévolo,
está el monstruoso lunes, azul y negro, todo fauces y malsanas intenciones.
El
lunes salta esquivando todas las trampas, sus pies de lumbre trazan figuras en
el desierto rojo que bulle de insectos. Casi siempre, el cielo del lunes se
llena de aviones que le entran por los ojos y le salen por la boca. De sus
orejas salen calamares de malvavisco, instantáneos y resplandecientes, que al
desaparecer dejan un rastro de nubes.
El jueves,
elegante pero discreto, nos mira desde su escondite con un puro apagado entre
los labios y una pelota de esponja en la palma de su mano derecha.
El martes no
existe: es el lunes disfrazado.
El viernes es una
pequeño ataúd donde duerme la crisálida del mundo. Una fuerte descarga
eléctrica rompe los cristales del cielo y la crisálida se retuerce, sedienta de
mieles y oporto. Afuera las diosas tejen, en silencio, los sueños de todos los
hombres.
El sábado es un
chocolate envenenado, un tren lleno de explosivos, una ninfa infectada y
petulante que baila semidesnuda en la penumbra. Sin embargo, a partir del
mediodía le brotan gajos, labios besantes, racimos de alfileres que encienden
por dentro los corazones más secos.
El miércoles es un
acorazado navegando las aguas del amanecer. En su interior carga especias,
telas finas del oriente: y en un camarote secreto: la Bella Durmiente sueña
pesadillas. El último miércoles de nuestra vida siempre será feliz y ronronearemos
al sol, despidiéndonos del mundo sin saberlo.
LA REINA
La abeja reina,
oculta en lo más profundo del panal, duerme un sueño de hexágonos pegajosos.
Todas sus obreras salen volando hacia el sol, con las alas percudidas y un
disgusto inocente que no se atreve a ser memoria. Mil abejas: nube de diminutas
cornetas zumbantes, agudo aguijón de pocos decibeles que nadie escuchará en el
reino de los muertos. Mil abejas, mil mandíbulas, cien mil caminos en el cielo
deslumbrante. El sueño de la abeja reina es ahora un laberinto de cristales, rombos
quebrándose, triángulos conscientes de sí mismos: el hilo invisible que la ata
con las demás abejas se rompe y todo el universo es arrojado a un precipicio.
Entonces las abejas enloquecen, y allá lejos, en sus aposentos, la abeja reina
muere completamente sola... Abajo, en las sombrías oquedades donde el bosque es
infierno, un océano de flores carnívoras se relame los colmillos.
MEDICINE MAN
I)
En la hora del sol más alto, los nubarrones se esponjan como reyes asmáticos. Abajo, hombres de cobalto buscan andamios, escaleras para alcanzar la luz anaranjada, quizá unos zancos silenciosos que los eleven del cactáceo asfalto de su podredumbre.
En la hora del sol más alto, los nubarrones se esponjan como reyes asmáticos. Abajo, hombres de cobalto buscan andamios, escaleras para alcanzar la luz anaranjada, quizá unos zancos silenciosos que los eleven del cactáceo asfalto de su podredumbre.
II)
El inquisidor destripa amuletos, mueve las ruedas de su máquina: de las mangas de su disfraz cuelgan esqueletos de peces y cruces diabólicas. Un colibrí se detiene en el centro de las manecillas: el mediodía es un abuso, un martillo que clava designios en las cabezas pelonas de allá abajo.
III)
Bebes aguardiente. Nosotros caminamos hacia tu sino, una maraña de sílabas quiere ser mantra en las orejas pero luego se disuelve en percusiones prehistóricas, en el crepitar de millones de soles -o tal vez el mismo sol, millones de veces repetido-.
IV)
La muerte ronda en los puentes, en las aguas de obsidiana, en los obeliscos.
V)
La luz del Espíritu Santo es pluma en tu frente: alrededor giran planetas, moscardones y avispas, un dios colibrí meditabundo. El humo verde de tus menjurjes se eleva hacia los nubarrones: saltan acuarelas en los ojos, los arbustos caminan con pasos de sombra y el cristal de tus uñas pela el cascarón de la crisálida acuosa donde aguardamos.
VI)
No hay baile. Llega la luna, se sienta en su sillita y se cubre con un rebozo morado y azul… detrás de ella: millones de lunas ancianas que atiborran la cúpula celeste.
VII)
Han pasado doce horas. El sur se cierne sobre cada una de nuestras arterias -el bálsamo añoso del bosque nos llama, no tan lejos-, y huimos en tropel, lobos de lumbre, búhos de sal: seguimos tu voz en malezas y manglares hasta que tu voz es el manglar y las malezas.
VIII)
La muerte glacial ronda en los puentes, en las aguas de obsidiana. Pero esta vez la esfera escapa de sus manos y va a dar al pantano milenario donde tienes tu casa. Estamos limpios.
Ricardo Bernal |
RICARDO BERNAL (Ciudad de México, 1962). Además de escribir
poemas y cuentos, es uno de los más
importantes profesores de la literatura de géneros en México; desde 1992, sus
cursos y diplomados de cine y literatura fantástica, horror y ciencia ficción
han sido impartidos en la Universidad del Claustro de Sor Juana, la UNAM, Casa
Lamm, La Universidad Iberoamericana, el Film Club Café, Circo 2.12 y en
diversos centros culturales por parte del Centro Nacional de Información y
Promoción de la Literatura del INBA. Es socio fundador de la Escuela Mexicana
de Escritores, donde imparte las materias Introducción
a los géneros narrativos y Astrología
y tarot para escritores. Desde hace algunos años se ha dedicado a la
investigación y a la enseñanza de la historia de las animaciones. En 2011
presentó e hizo la selección del Festival de Animaciones del Mundo en Guadalajara, y en 2014 participó con una
serie de ponencias sobre anime en el
Festival Internacional de Cine de Aguascalientes. En 2015 impartió los cursos Análisis narrativo de animaciones y Animaciones selectas de Japón en el
Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.
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