sábado, 1 de octubre de 2016

La vida de una beoda y otros poemas

Por Rowena Bali
(poeta mexicana)




La vida de una beoda

La vida 

de esa diva
dividida 

era una dádiva

que se quedó 
dudando

si se daba o no;

una adivinanza

que no se resolvió,

una esperanza

de vana muchacha

que quedó
en confusión, 

en fastidio,

en mala racha.
La dama delicada

se volvió
una bizarra
mamarracha

que daba mamadas

por una pizcacha

y pasaba la vida
ávida
de alcohol

o bien borracha


Zoofilia

Las damas hablan demasiado
sobre sus cerebros;
es una obsesión que no me explico.

Mujeres de gran inteligencia
conservan la esperanza
de que los hombres vean
el tamaño de su masa encefálica.

Quizá lo que le importe a ellos 
sea sólo el tamaño de las tetas...
y a ellas sólo
el tamaño de los huevos…

¿Pero es importante la medida?
Creo que no,
y lo creo porque el deseo
nada cambia
a causa del tamaño de un cerebro.


Viuda extrema

Le inyectó veneno,
lo colgó,
le dio un tiro,
le enterró cien navajas
en la espalda,
lo hizo puré,
lo machacó...

lloró un río y un mar,

un Apocalipsis
causó...

con los siete
jinetes cabalgó.

El mundo entero
de hombres destruyó

y una gran tropa
de andróginos creó.


Loa al bien decir

En ninguna historia
debe faltar un loco
que camine sigiloso hacia
la preciada materia;
oro que hable.

Debe haber
empujones
y detalles sórdidos,
también un rival,
un opuesto.


No más negro

Ahora que cuento tantos
y tantos años,
me doy cuenta
de que la juventud me ofusca.

Vivir en la sombra,
eso ha sido para mi la juventud.
tuve siempre el alma igual a la del marinero,
que sigue las miradas de los hombres, que sigue sus faros,
como constelaciones.

cuánta ceguera,
cuanta estupidez,
cuanta sordera.

Conforme voy contado años
me doy cuenta de que no hay nada
más bello
que la blancura de las canas.

Llegué a mi vejez más cansada que nunca,
me cansé de mi,
se cansaron de mi.
Repetirlo no parece suficiente,
me cansé de repetirlo.


Aburrimiento

Aburrida de mi autodeglución,
de esta misma mente
mimada solamente por mi,
decidí tomar un poco de diversión
y me interné otra vez
en la aventura de la locura.
Sin embargo,
a estas alturas de mi abulia,
hasta la aventura
me parece un juego sin gracia:
Sé que él querrá chuparme,
sé que me dejaré,
sé que una vez succionada,
una vez inmersa
yo en su interior,
Rowena Bali
lo exploraré;
como una minera
iré en busca de una veta
que nunca encontraré,
entonces,
un tanto descorazonada y cansada,
saldré de ahí,
dejándole las entrañas perforadas.
O bien podría pasar
-mi aburrimiento
tiene poquísimas variables-
que él me deje vertir
todo mi caudal de fantasías
sobre su cuerpo,
hasta morir ahogado.
Y puede ocurrir
que una vez muerto
yo lo inmortalice,
o bien que lo deje perderse
flotando inerte en mis océanos.

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