Por Rowena Bali
(poeta mexicana)
La vida de una beoda
La vida
Las damas hablan demasiado
Le inyectó veneno,
En ninguna historia
Ahora que cuento tantos
Aburrida de mi autodeglución,
(poeta mexicana)
La vida de una beoda
La vida
de esa diva
dividida
era una dádiva
que se quedó
dudando
si se daba o no;
una adivinanza
que no se resolvió,
una esperanza
de vana muchacha
que quedó
en confusión,
en fastidio,
en mala racha.
La dama delicada
se volvió
una bizarra
mamarracha
que daba mamadas
por una pizcacha
y pasaba la vida
ávida
de alcohol
o bien borracha
Zoofilia
Las damas hablan demasiado
sobre sus cerebros;
es una obsesión que no me explico.
Mujeres de gran inteligencia
conservan la esperanza
de que los hombres vean
el tamaño de su masa encefálica.
Quizá lo que le importe a ellos
sea sólo el tamaño de las tetas...
y a ellas sólo
el tamaño de los huevos…
¿Pero es importante la medida?
Creo que no,
y lo creo porque el deseo
nada cambia
a causa del tamaño de un cerebro.
Viuda extrema
Le inyectó veneno,
lo colgó,
le dio un tiro,
le enterró cien
navajas
en la espalda,
lo hizo puré,
lo machacó...
lloró un río y un
mar,
un Apocalipsis
causó...
con los siete
jinetes cabalgó.
El mundo entero
de hombres
destruyó
y una gran tropa
de andróginos
creó.
Loa al bien decir
En ninguna historia
debe faltar un loco
que camine sigiloso hacia
la preciada materia;
oro que hable.
Debe haber
empujones
y detalles sórdidos,
también un rival,
un opuesto.
No más
negroAhora que cuento tantos
y tantos años,
me doy cuenta
de que la juventud me ofusca.
Vivir en la sombra,
eso ha sido para mi la juventud.
tuve siempre el alma igual a la del marinero,
que sigue las miradas de los hombres, que sigue
sus faros,
como constelaciones.
cuánta ceguera,
cuanta estupidez,
cuanta sordera.
Conforme voy contado años
me doy cuenta de que no hay nada
más bello
que la blancura de las canas.
Llegué a mi vejez más cansada que nunca,
me cansé de mi,
se cansaron de mi.
Repetirlo no parece suficiente,
me cansé de repetirlo.
Aburrimiento
Aburrida de mi autodeglución,
de esta misma mente
mimada solamente por mi,
decidí tomar un poco de diversión
y me interné otra vez
en la aventura de la locura.
Sin embargo,
a estas alturas de mi abulia,
hasta la aventura
me parece un juego sin gracia:
Sé que él querrá chuparme,
sé que me dejaré,
sé que una vez succionada,
una vez inmersa
lo exploraré;
como una minera
iré en busca de una veta
que nunca encontraré,
entonces,
un tanto descorazonada y cansada,
saldré de ahí,
dejándole las entrañas perforadas.
O bien podría pasar
-mi aburrimiento
tiene poquísimas variables-
que él me deje vertir
todo mi caudal de fantasías
sobre su cuerpo,
hasta morir ahogado.
Y puede ocurrir
que una vez muerto
yo lo inmortalice,
o bien que lo deje perderse
flotando inerte en mis océanos.
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