Nuevamente
la posesión discutible.
¡Nadie pertenece a nadie!
–
exclamo -
(La muerte acecha)
La voz seca
el ojo enrojecido
la pavura del océano
tu lengua de fuego
No te pertenezco – musito
la tormenta invade tu cuerpo
me tomas y arrojas al abismo
Soy libre –grito
el eco de mi voz
se pierde en la montaña.
Del final
Mil cincuenta crepúsculos juntos
espesamente
desolados.
Yo abría brazos ojos palmas.
Esperaba.
Sangraban
murciélagos
en las
ventanas
en los días
de siglos y soles chorreados
de lamentos
marfiles
de corales
ocultos.
Entonces
te dejé en el
dormitorio
con la cama
deshecha y en pijama
revueltos los
cabellos y los pies desnudos
Eran mis
10.950 indignaciones
(o
frustraciones)
Escalando
ascendiendo trepando
Desparramándose
en mi mente
calva
en mi pecho
árido
Esa noche la
ciudad quedó ciega
¡Ah
luminarias inútiles!
Vosotras
¡sois un fiasco!
Pájaros turbados
Libros cerrados.
Nada quedó ese día
salvo el recuerdo obtuso
de espera y el triángulo
impreso en la uña.
UÑA A UÑA.
Y el ojo// sin párpado.
De quimera
Una flecha en los esqueletos rotos
Una flecha en
las calaveras
Una mueca
Veo
este guiñapo
absurdo
en una
botella de navíos congelados
yaciendo
yerto yesca yunta
en dominó
dominante doblado y diestro
(Anímicamente
desbaratado)
Así quedan
los sueños
en la espiral
del orbe
en la hélice
del tiempo
(Espejismos/
/- juventud ferviente)
la palabra
promesa
¡Tu palabra!
La mía de ala
desgarrada
no logró
anular tu lujurioso afán
Una flecha
una mueca
un sueño
perdido
Nos fueron
triturando
en la rueda
de azar
Se ha roto la
quietud de la quimera
Se ha roto.
De inercia
Viajo al espacio sideral
llevo un wisky y una muñeca
no sé por qué
ni para qué
tengo las alas del águila
impuestas por el siglo
alcanzan para soñar unos euros
un pasaje de avión
Luego la realidad golpea.
Tengo una cama seca
un muro de hielo
unas sábanas rojas
(de tanta pasión dormida)
Un cobertor cobija
las caricias del recuerdo.
Es el último amor
el último pasado
y los últimos años
bebí la gloria y las glorias
Hoy
tomo el wisky
y peino la muñeca
Yo no sé de sueños
vivo la triste realidad
de este convento.
Lo cósmico está en mi mente.
No me quejo.
Del silencio
Desesperanza
desplaza diluvios
resplandece
como diana.
El ruido perenne ensordece
los oídos.
La ausencia
Es el verbo
del cadalso
El teléfono dormido
Una cita pendiente
Un viaje ciego
por elucubraciones
irracionales.
La jaula
¿Cómo se huye
desatado el ardor en las venas?
¿Cómo se huye
si la sangre corre con la señal y el beso?
¿Cómo escabullirse
de este silicio que es el cuerpo?
¿Cómo huir del deseo de ser pletóricamente torturada?
¿Cómo trazar la resistencia?
¡Oh, di!, ¡Oh dime!
¿Qué puede salvarme?
Práctica marcial
Arcilla
cemento
arena
río
laguna
bosque
Un paso
otro paso
un nuevo paso
Voy firme hacia adelante
entonces
el pelotón
con la MAG Modelo 60-20 en sus manos
me detiene.
Poemas del Libro La Jaula, ediciones Orlando, 2015
(regresa al Índice de poesía 1)
Ingrid Odgers Toloza |
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