Selección de Larry Mejía
(poeta colombiano)
Juan Calzadilla |
Juan Calzadilla (Altagracia de
Orituco, Estado Guárico, Venezuela, 1930), poeta, ensayista, crítico de arte y
pintor. Fundador del movimiento El Techo de la Ballena, junto a Caupolicán
Ovalles, Carlos Contramaestre, Salvador Garmendia, Efraín Hurtado, Francisco
Pérez Perdomo, Adriano González León, Edmundo Aray, y Dámaso Ogaz, entre otros.
Juan Calzadilla ha mantenido desde hace casi 50 años una ofensiva con la
realidad y con la ciudad, motivos de preocupación y prolijidad en su obra. Fue
director de la Galería de Arte Nacional de Venezuela y en 1996 recibió el
Premio Nacional de Artes Plásticas. Su obra ha sido traducida al portugués por
Floriano Martins y al inglés por Víctor Rodríguez Núñez. En 2016, ganó el Premio
León de Greiff en Colombia.
Justificación de esta obra
Lo considerado perfecto no puede llevarse a cabo.
Pero tampoco lo imperf…
El origen
Tengo que
suministrarme un origen. Un origen que no sea aquel del cual provengo, ni al
que aspiro. Ni siquiera el que merezco. Un origen que como el futuro esté
adelante, silencioso y desconocido. Un origen no consagrado por las leyes ni
condicionado por los dioses. Un origen que no mire hacia atrás. Que no sea la
fachada de un templo ni un agujero negro.
Un origen
que me garantice que por fin admito que comienzo a ser lo que soy.
El habla de los perros
Habla condensada la del perro.
Apenas gruñe y ya da por enteradas
todas sus intenciones.
No necesita de muchas palabras,
como el poema.
Su gesto inamistoso
resume todo lo que sus ladridos
podrían decirnos si procediera
rápidamente a mordernos.
Después de todo
el mordisco es la verificación objetiva
de su modo metafórico
de hablar entre dientes.
Dalí
Un reloj
ablandado sobre un desierto duro
Una jirafa
en llamas bajo el cielo macerado
Sólo falta
en este escenario surrealista
Un bufón
con los bolsillos llenos
Pero
entonces ¿quién va a ocuparse de pintar el cuadro?
La tentación de lo desconocido
La pregunta
del que busca es siempre
más
oportuna que la del que ha encontrado.
El
optimismo del que ha encontrado es siempre
prueba de
seguridad respecto
a la
utilidad de lo buscado.
En el que
busca, por el contrario, la incertidumbre
se
constituye en incentivo por el cual
lo que se
busca no se halla
en el fin
de lo buscado, sino en la tentación
de seguir y
seguir buscando.
Es por eso
que disfruto más la obtención misma
de la cosa
que el beneficio que ella
podría
procurarme. Incluso la lucha
por obtener
la cosa me proporciona
más placer
que su obtención.
¡Poseerla
es ya perderla!
Blaise Cendrars
Todo lo que
en la calle Marco Polo
me rodea es
gris: a pocos pasos hay
una
estación gasolinera, una venta de neumáticos
y un
restorán, en cuya barra
una pierna
de jamón cuelga encima
de un
montón de periódicos viejos.
Más allá
está una tienda de ropa
con su
puerta Santamaría metiendo
tanto
ruido, tanto ruido
al ser
levantada en vilo como a la falda
de una
mujer, de abajo hacia arriba.
Y en mi
cuarto, en un cromo sin vidrio
pegado con
chinches a la pared
hay un
vapor, probablemente el Formosa,
a punto de
levar ancla
desde un
carcomido muelle del Havre
llevando a bordo a Blaise Cendrars.
Hernando Track
Todo lo que había sufrido
decía que sólo podía ser redimido
por una gran esperanza en
crear imaginativamente un mundo autónomo,
bien diferente a este en
el cual ha vivido,
un mundo en donde el
dolor reflejado
en toda su intensidad
pudiera ser únicamente sanado
por la escritura.
Y repetía como si se tratara
de una plegaria este pensamiento:
“Amo tanto la vida, que le
perdono el mal que me hace”.
Se planteaba la poesía no como
un destino sino como un acto piadoso
consagrado a proclamar el
estado de gracia de la derrota.
La inspiración
No escribo
sobre aquello que pasa por mi cabeza.
Más bien
escribo sobre aquello
por lo que
mi cabeza pasa.
Vivo solo,
encerrado en mi cuerpo.
Yo soy mi
universo y mi solo firmamento.
A veces,
desde afuera, una corriente de aire entra
cuando se
abre la puerta
Y un montón
de cosas viene a instalarse en mi mesa.
¡Ya
desearía yo que como la puerta
mi cabeza
pudiera abrirse siempre!
Pero esto,
ay, ocurre sólo algunas veces.
El aplauso
Todos
aplauden porque creen entenderte y para que tú
lo sepas.
Pero solo
manifiestan que quieren que tú creas que
entendiste
que ellos entendieron.
Haikú a propósito del bautizo de un libro de
versos en una librería de Caracas
Los libros que
a los vasos con whisky
Servían de pedestal.
Coctel
Demasiados
programas.
Demasiados
cocteles reuniones
convenciones
congresos ritos festivales
Demasiados
agentes libres en el mercado
Y si a esto
tú te sumas
acabarás
con que hay
demasiada
gente holgazana como tú
bostezando
frente a un cuadro
a duras
penas soportándose
para
rechazarse luego
con un
somero apretón de manos
y un hasta
luego. Señores,
esta farsa
no se detiene
y pese a
ella sobrevivimos.
El primer aviso
—Óyeme,
Guanahaní,
te hablo
por teléfono
desde el
Puerto de Palos.
Esgrime
pronto tus trampas de luz,
agita tus
hondas inmemoriales,
Afila tus
ojos de iguanas,
Tus
arrecifes de corales, tus huracanes.
Arma el
argumento verde de las palmeras
con el
espejismo de tus soles,
tiende tu
red de arpones,
tus flechas
untadas con curare.
Dentro de
poco zarparán de aquí
Las naves
de Cristóbal Colón.
¿O es que
vas esperar a que
pasen
quinientos años?
Prólogo de los basureros
Avanzaré
sin sentir asco
ni pena ni
repugnancia
largo a
largo a tenderme en las gradas
de este
reino donde el papel higiénico
flamea en
los palcos de botellas.
Me iré a
engordar los límites
en donde el
cují y la rosa
se abrazan
sin contrariarse
y la ciudad
está en paz con sus víctimas
y no duerme
desvelada
por el pico
de los pájaros ebrios
que a mis
sueños escarban sin prisa
y a mis
expensas
aún no
terminan de darse su cena.
Barranco
abajo coronando los cerros de lata
con el sol
retorciéndose en mi espina
encontraré
hecho jirones
el hule de
los sillones baratos
y veré a la
carcoma
con sus
huevos al hombro
entrar a
los túneles del cedro.
Aquí donde
al salitre por fin
los
automóviles dan su brazo a torcer
y el jugo
de frutas
no anda más
por las ramas
y chorrea
por los escalones
de la
depredación.
Avanzaré entre
la goma espuma y el anime
entre el
poliéster y la fibra de vidrio
entre el
vynil y la silicona,
marcharé
avaro forrado de ropas
bamboleándome
como un astronauta,
calzado con
zapatos de a kilo
descenderé
por las dunas de vidrios rotos
y el corcho
de los desiertos.
Avanzaré a
buscar lo que de ningún
modo
encuentro, buscaré
lo que no
se me ha perdido
entre
resortes cuyos espirales
a mi paso
hacen befa de mis pantalones
inflados
como globos por el viento.
Subiré a
los altares donde
el cobre y
la porcelana
al paisaje
montan guardia
y en la
rosa del orín
dan a beber
la gota de agua
que ya no
sale por los caños.
Aquí donde
el fuego no anda con rodeos
y va
rápidamente al grano
como la luz
en la punta del rayo.
Me iré de
bruces entre los primeros
a descubrir
cuanto antes
la manera
de sellar con mi cuerpo
la boca de
los tarros de basura.
Me iré a
ver cómo en la pira del sol
por orden
del instante
arden ya,
de mayor a menor,
ay, todas
nuestras tribulaciones
Reo de putrefacción
Barranco
abajo avanzo coronando
los cerros
de latas, entre los reflectores
y la voz de
arresto trocada en orden de fuego.
Avanzo
entre los escuadrones de moscas
barranco
abajo hasta el terraplén
donde el
albañal y la carroña se juntan.
Avaro,
forrado de trapos,
bamboleándome
como un astronauta
y calzado
con zapatos de a kilo,
por las
dunas de vidrios rotos
y el corcho
de los desiertos
avanzo
hasta los altares del légamo
donde el
cobre a la porcelana
da su brazo
a torcer y a los techos de latón
el salitre
monta guardia.
De alcabala
en alcabala avanzo
a un paso
de la putrefacción,
tullido en
una silla de ruedas
debajo del
ronroneo incesante de los blackhawks
y en la
clandestinidad más completa
de los
estados de postración
Como un gran hijo de la puta.
Levedad de la memoria
Deberíamos
atrevernos a narrar con lujo
de detalles
todo lo que nos pasa por la mente
en una
especie de diario donde nada real sucede.
De este
modo le ahorraríamos a la memoria
tener que
venir a auxiliarnos con un discurso
torpe y
lleno de ambigüedades
después de
que los hechos ya han pasado
o no
sucedieron.
No importa
que nos equivoquemos
o que,
exagerando la nota, lo que testimoniemos
resulte
ser, como en mi caso,
la obra de
un gran embustero.
Después de
todo no se escribe
sino sobre
lo que uno imagina. Así
lo que nos
imaginemos sea lo único
que en
nuestras perras vidas
nos ha
pasado.
Donde pongo fin a mi libro
Aquí pongo
término a mi libro,
aquí callo
y salgo a tomar aire
(aunque sea
el aire contaminado de la ciudad).
Con
equipaje ligero, paseo mi vista fuera
de sus
páginas, como desde una ventana.
Aquí
embaúlo mi elocuencia primaria,
la dicción
mocha, el aliento corto,
las horas
estériles y el sobresalto,
la imagen
fatua y el fuego blanco como centella
de las
escasas palabras que ardieron.
Una por una,
lector, he revisado sus páginas,
las he
sopesado, estrujado, medido
y como si
fueran brotes de un árbol viejo
las he
arrancado y resembrado.
¡Más tiempo
perdí en abrir mi libro que en cerrarlo!
Hasta aquí,
amigos, mi afán de poco aliento
Y la mal
engrapada metáfora. Hasta aquí
el
eufemismo de llamar collage al poema
sencillamente
por cobardía de parecer
demasiado
fragmentario.
Hasta aquí,
señores, tanto remiendo
a la
empalizada de palabras rotas.
Hasta aquí,
la resaca de este monólogo
de viejo
maderamen abandonado
en la playa
donde mi designio
continúa
grabado en la arena:
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