Hugo Claus (1929-2008) |
Su cuerpo embarrancó en las arenas.
Quedó tirado: el oro se retiraba
sobre las montañas mientras.
En sus pantalones, en sus blancos calcetines,
en los versos de Keats en su bolsillo
tan sólo los gusanos se movían.
O, salvaje viento del oeste,
tu otoñal aliento.
2
Su cara había sido comida
por las creaturas del mar.
Su espíritu, que tenía ojos
y fosas y labios,
vió la tierra que sueña,
la lamió y
olió sus aromas, que destruyen
y conservan, al mismo tiempo.
3
Huesudo, espasmódico,
(en los momos siempre le tocaba
primero ser la bruja).
Ámpulas. Una voz chillona.
Chicas en sus rodillas.
Y todo el tiempo, agudezas
acerca de los ángeles de la lluvia,
los ángeles del relámpago,
que esta noche dicen que vienen
sobre el azul planeta.
4
Odiaba el picadillo,
a los santos, la veneración, al Rey.
Pero más que nada odiaba
a un esposo y a una esposa
en su abrazo monógamo.
Lluvia negra y temible granizo
cayeron sobre
su peluca de bacante.
5
Hubo muchas espinas y arbustos
en los que cayó, sangrando.
Pero llevaba arsénico en el bolsillo.
Pues ¿quién sabe
si quieres sobrevivir
a la belleza del inclinarse?
¿Quién sabe si
no quisieras, sin aviso,
hundirte entre las algas,
sin ser domesticado?
6
Una vez prendió fuego al mayordomo,
Laker. En Italia bailó frente
a una zarza en llamas.
Más tarde, en la sombra,
gris de frío, tras horas como hielos
susurró: "¡Ea! Presten oído a
las ramas del océano y del cielo
enmarañadas".
7
Gritando salió de su recámara
había pues, visto,
gordas mujeres de Sussex
con ojos en lugar de tetas.
A cada rato, ese invierno,
vió un niño desnudo
salir de un mar púrpura.
O, levántame como a una ola,
una hoja, una nube.
8
Desayunaba y almorzaba dulces.
Entrañas estreñidas de opio.
Riñones, próstata, averiados.
Sus ritmos y sus acentos
soplan sobre la tierra helada.
Ecos de dioses y de mirlos,
también blasfemias.
9
No le gustaba llevar calcetines de lana.
La mantequilla le daba náusea.
Con Harriet y Mary y Clare
y otras pujaba contra una esponja
bañada en vino, como anticonceptivo.
De muchos círculos se mantuvo
al margen, se exiló.
Se hundió entre grandes signos
y rechazos.
10
Al morir sus fragmentos, como
panfleto y oda fue enterrado.
"The Courier" escribió: se ahogó el infiel.
Sabrá ahora si hay o no un dios.
Balanceaba en su rodilla
a la elocuencia, prostituta.
Su paganismo: un antídoto
al invierno que llega
del viento del oeste.
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aparece en la antología de J.M. Coetzee, Landscape with Rowers.
Poetry of
the Netherlands (Princeton, 2005); me atreví a traducirlo
del holandés
porque a mi lado tenía la versión en inglés del Nobel
para compulsarla.
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