Por Luis Ernesto González Soto(poeta mexicano)
Otro cieloAbriéndose camino entre la tardecae un rayo de sol sobre el arado,pero nube no fue lo que ha sombreadola hoguera del crepúsculo que arde:es el árbol de un sueño, su ramajeinsondable, infinito, y en él cabeotro cielo precioso lleno de avesque doran en otoño su plumaje.Una ciudad en ruinas y otra nuevadebajo de la copa aran su duelo,y como una plegaria en mí se elevasedienta mi mirada que trasminala oscuridad buscando ese otro cieloque en el vuelo de un pájaro germina.
AkumalLlegas apenas, corres, perocomo si ya todos tus años presagiaras.Naciste vieja. Al amparode ti, tu escudo enfrenta el cielo.Protege tú tu escudo protector, pequeñay abismada de arrugas.Cuatro patas dan vértigo a tu Polaris.Si no hallaras el mar,desapareceríasen el pico o las fauces de quienes no conoces;y si hallaras el mar,desaparecerías,disolución salina para librartede gravedad y tierra.Yo, desde mí, mirándote arrobado,panza abajo,con la luz apagada de mi ciencia,te quiero ya, te elijoentre decenas de tus hermanas,todas tan viejas, abismales.Sales del cascarón, corres; parecesuna piedra inconforme.¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes en dóndeserán mar tus aletas? —Yo no nací tan viejo:ni sé ni aprendo a serlo conforme lo voy siendo—.Pocas serán, entre todas ustedes.La vida les ocurrirá como una prórrogasi el espermatozoideque solamente sobre la arena eresalcanza la llave del ovulado azuly revienta en las olas su vía láctea.¡Lógralo! ¡Llámate Odisea!¡Llámate Canto Largo, Lento, brevementeVivace de Todos los Oceanos!Un día, si yo también me cumplo y vuelvo a Ítaca,regresaré a esta playa; y túregresarás inmensamente realizaday redundantemente vieja.Mas no habrá forma de reconocernos.Pero en los dos misterios,en tu viaje y el mío,habrá una noche que nos unirá siempre—aquella que cantó, brújula de esas olasque te hicieron estrella—.
ConfusionesNo conforme con volar,la gaviota se echa al mar.En su pico vuela un pezque ve un azul al revés.Las nubes ya son de espuma,las olas, giros de bruma;un arrecife en la Luna,una tumba que se acuna.No conforme con nadar,muere el pez por curiosear.Grazna la gaviota en vuelo:¡Qué alta mar el bajo cielo!
El artista, decía Paz, es un ser marginalQué talentode la abeja tan alta,ya melada de aurora.Lleva lejospolen en sus patitas,tan sola y a deshoras.No comprendepor qué ha sido exiliada,si este viaje es de todos.Por qué quierenque nadie eleve el vuelopor volar codo a codo.Qué talentode la abeja con hambreen vuelo sideral.Y la reina,que nunca sabe nada,devora jalea real.La creadoraintercepta la luzy hace más rojo el haz.Ya la nubelo volverá memoriade una estrella fugaz.
El pájaroNadie en el jardín.Un canto, sí.De quién.De Él.Fue al cristal de la mañanapara entrar por su ventana.Ella se asomópero no lo vio.El canto seguíay el jardín reía.Un secreto amor,madrugador.
Cocó¿Ya la viste trotar en la praderade la alfombra de casa, en la mañana,cuando sus ojos miran la lejanaestrella de su sueño mensajera?Lleva croquetas a su madriguerahoradada con arte en un sillón,perfecta orografía de su misiónde preservar la vida verdadera.Confecciona su bosque con urbanasbolsas de tienda, trapos y cartón.Fragilidad preciosa, su intenciónes de Natura serle su guardianay del Amor su causa meridiana.Tierna huroncita, fiera, alma de león.
Mi perroTristán a la nube se inclina.Él es otoño,pero —fieros retoños—en su lomo germinan,cuando no lo bañas,trigo y arañas.
PentagramaQué delgado silenciodel pájaro al árbol.Qué quietud, sueño.Respiró el viento,pájaro y árbolson un arpegio.
ZarigüeyaAyer fingías tu muerte.Hoy te veocifrando, descifrando peligros al oído.Quieres llegar al cuenco de la cena,succionar lo que queda de la lluviaen el charco del patio—antes de conocerte, me molestaba el charco,incómodo recuerdo de mi propia miseria—.Sea tu amparo la noche.Llega con bien a estos tesoros brevesque hacen brillar tus ojos.No de depredador, los míostropiezan en la sombra.Los ruidos en acecho que hoy percibesson los de tu aprendiz.
Amor urbanoSentado sobre el queso de la trampa,brillan en tus ojos apetitos saciados un instante,el cepo que evadiste sin saberque alguien quería cazarte.Deberás aprender la vida en la ciudad,encontrar el charco contra la sed quemante,doblemente quemante en la ciudad,la migaja nevada para las palomas—a ellas sí, a ti no—la tierra blanda donde cavar el nido,cavar el corazón de la urbe indiferentepoblada por hostiles prepotencias.Y si tu olfato encuentra los milagros,la compañera de otro charco,otro pan incendiado de energía,eucaristía preciosa, como la Buena Nueva,tendrás para ella un miedo diferente,un abrazo, amanecido al fin,y multiplicarán en la amable alcantarillala vida de tu estirpe, sin otra bienvenidaque el veneno en sigilo, el fierro que destripa,el adhesivo diseñado por la envidiaa tu carrera ágil, trepadora.Asida la familia al horror prepotenteserán libres apenas un momento,flechas precisas como el rayo,y un monstruo a asesinaren la cruzada aséptica de quienes ven tus ojosy adivinan que tienes un secretoque ellos quieren destruir para vivir en paz.¡Corre ahora, gris de la grisura, corre! Es un parque.Que encuentres la migaja, los charcosy el aroma de la ratoncitacuyos ojos de miedo se alegrarán al verte.
Plataforma petroleraNegros peces, ¡picad!¡Cuánto dineroflota en el mar!
Ardes, dragónNo lo eras.Tu destinoera correr con elloscon la lengua de fuera.Sonreían,movías la cola.Eras el centro de su atencióny tú los querías.Te refrescaron con aquel líquidoque picaba tu olfato,te vistieron con un chaleco algo pesadorelleno de un abrigo inesperado.Y lanzaron el fósforo. Y gritarony corrieron encendidos de entusiasmo,Tú también encendido,corriste, ya dragón en tu vuelo penúltimo.Ardiste. Aullaste. Les suplicaste ayuda.Tus ojos se incendiaron.Tu lengua fue de fuego,fue de fuego; fuiste el Sol que hoy te pare.A carcajadaste torearon, esquivaron tus llamas,tu llamado, tu amor. Tus amigos se fueron.Ahora te apagauna presenciacon sus alas.Silencio como agua cristalina.—Mi llanto no podría—.Y ahora vuelas con ellaen el último vuelo.He pedido un deseoal mirarte pasar.Ya serás para siempre mi fugaz estrella.
Música para dos nuevos pájarosElla gobernaba mis manos.Eran su vuelo —su pequeño vuelo—.Su mirada, el timón.Y en el piano de Tiersen y Satie:ella y yo, lentos pájaros.Su pelaje tan blanco se llenó de coloresde la aurora boreal.Me señaló la altura que yo no sabía ver,olfateamos fantasmas en la sala,libro a libro repasamos los títulosque se nos entregaban,derribamos adornos del libreroy las frases sobrantes, para no lastrarnos.Entramos al concierto de los dos violines;la danza de uno y dos que ya son unoen el largo de Bach para las avesdesde cuya mirada no hay mínima cosa.De súbito mi cuerpolo sabía: ascendieron mis piesal secreto del aire.Ella no se dio cuenta —tanto confiaba en mí—.Sin ventanas, sin techo, sólo azul nos guardabacon sus olas celestes espumosas.Y renuncié a mi miedoy ella fue para siempre mi mirada.Ahora ya todo es blanco, como es ella,y yo estoy abrigado en su pelaje.Seguimos la campana de la menor osallamando a celebrar esta brizna de luzque casi encuentra dóndesuavemente posarse.
¿Alma doméstica?La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)puede ser el tiempo de nuestra dicha.El animal ha muerto o casi ha muerto.Quedan el hombre y su alma.
Jorge Luis BorgesYo lo creía también y sin embargopuede ser al revés, hermano,hermano sabio que viviste tantopero sin animal. Alma tan sólo.La edad le quita al sortilegiode los cuentos su imán de seducción.Tarde o temprano dudasde la duda doméstica,del amable secuestro del deseo, o todo lo contrario.Es simple la pregunta —de Cioran, más o menos,quien te admiraba tanto—:Si le quitas al hombre sus quehaceres,si lo dejas a solas,si revientas la frágilburbuja de sus convenciones,¿qué le dejas? El animal humanono quiere al animal.El alma me ocultaba,la prisión que he ocupado en el zoológico.Pero al ritmo inflexibleal que envejezcomiro la prepotencia del barrotemordisqueadoen momentos de luz y de esperanza.Lo dices al revés, hermano. El tiemponos revelasu engaño a fuerza de desgaste.El animal revive. Es la inocenciade unos ojos con miedo.La esfinge, con la edad, nos interesa menos;en cambio, más la risa, la bondad, el abrazo.Las palabras, las investigaciones, los cerebros en frascosson para los eternos. Yo soy el animal, yo muero,y deseo,aunque de fuerza falto,morir un día empapado en mis cinco sentidos,plenamente animal, de cara a esa noche que ellos miran.Si entre los seviciososno te sientes un toro en tarde de domingo,estás perdido. Tus ojos animales están muertos.No me preguntes cómo, la poesíava borrando las hojas de mi diario.Aspiro a ser silencio, el eco de mi aullidoen la noche estrellada más blanca que veremos.
MetamorfosisNo morirás,te dijo.Te contó que algún díaya no estarías en ella:nacerías transformado en algo más.Sí, como las mariposas.Y alzabas la miradamás allá de tu casa en espiral,elongando los ojos,inocente, pesado.Yo permaneceré,te dijo.Y tal vez, tal vezen tu vida más altavolveré a ser tu casa.Te echaste a caminarsobre tu mucus,—por vergüenza, mi especiellama a sus secrecionesideas y arte; pero es la misma cosa:el modo de avanzar sin sentir gran dolor—.Caminaste tus añosescuchando aleteosy el susurro del polen.Y un díasentiste que tu concha te quedaba chica,la espiral estirabanuevos brazos.La tierra que en tu andar ondulantehabías fertilizadodio tu fruto.Tus oscilantes pasosdejaron de ser lentos.No morirás,caracol ahora ausente.Tu casa logarítmicaes cunero, no tumba.Tus ojos ya no existenpero llega más alto tu mirada.Alzas las hojas.Sobre la luz feraz, ansiado ascenso,te sientes floreciente.
[Quién][Quién] deslizóel arco sobre el plectro de luzbajo el árbol de lluvia,parhelio del cunero del pájaro.La mirada a la intemperie grave,[Quién], con insectos polinizadores,creó entre la sombra una aurora dorada.Entonces era un vuelo, no un ave.Luz y sombra ascendentes, nocturnos arcoíris.Ahora se mira absorto, [¿Quién?] con la miradadesviada de los espejos rotos. Un murmullocuida [Su] nacimiento.