lunes, 18 de agosto de 2008

El loco en el Tarot

por Tania Turner




Vacío. Hoyo negro que abre fauces como animal hambriento y me devora. En abismos espirales gira mi cuerpo y la caída parece tan abrupta, rápida… tan larga que ya no me percibo. A veces creo que, en realidad, me elevo o estoy estática en un punto.

10… llena de mí…
completa
9… porque soy…
era
8… pienso…
un pensamiento
7… siento…
el alma
6… existo porque…
consciente
5… el movimiento…
en el tiempo
4… me materializa…
con límite corpóreo en el abismo
3… en relación…
definida por dos puntos
2… que no soy el otro…
distinguía
1… un punto tan sólo…
indefinible
0… en el vacío…
vibrante, ¿espacio? La Nada.

El Cero, el Loco, tonto o anormal. Automarginada, rebelde. La sociedad creó un espacio para mí: el abismo que envenenará a otros que gustarán caer junto conmigo hacia los linderos de un mundo salvaje. Cada vez serán más los enfermos seguidores y el abismo se hará civilizado y viejo con las normas caóticas de un vacío que se recrea para volver a echarme.

Volverán a repudiarme por no querer seguir sus leyes y vaciarme hasta llegar a cero. Otra vez tonta y anormal. La loca que un día fue su salvadora y que se torna nuevamente en su ponzoña.

10…9…8…7…6…5…4…3…2…1…0

El punto se dispersa. Luz ilimitada, luz total, la nada. Soy el vacío que todo lo contiene como la materia prima del filósofo. No valgo nada, pues nada soy; pero en mí se concentra la espiral del Universo y todo lo contengo.

Soy diez números inexistentes, porque aún no tengo madre, ni padre, ni me ha dado vida la palabra. Llevo dentro de mí todos los caminos, raíces del árbol que me hará Ser Uno. Mas por ahora soy la suma de uno menos uno. El Vacío, el Cero… el Loco.

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Se debe entender el Tarot, más allá que como un simple oráculo, como un sistema de pensamiento; varios conceptos deben ser aprehendidos e internados al cuerpo desde el conocimiento antiguo, intentando sustraerse del razonamiento actual. Los sistemas involucrados con el Tarot y el Tarot mismo son elementos vivos que cambian y se expresan en el momento del observador y desde el observador mismo.

Habría que despojarnos de los prejuicios e internarnos en el pensamiento de la antigüedad para aprehender, más que entender, e internalizar de un modo sensorial la manera de ver el Universo y sus fuerzas sobre el género humano.

Como sistema de pensamiento, el Tarot se creó para entender la Naturaleza, sus efectos, y la manera de manipular sus fuerzas. Puede ser aplicado a cualquier área o disciplina, puesto que se basa en que toda parte de la Creación y productos de la misma se rigen bajo la misma fórmula general desde antes de la concepción de la idea hasta la conclusión de la misma.

Las variaciones de expresión, aunque contradictorias en apariencia, deben llevar a una aprehensión intuitiva del símbolo por la sublimación y trascendencia del intelecto. El estudio de las cartas tiene como deber más importante el entrenamiento de la mente a pensar clara y coherentemente de una manera exaltada.

El Tarot se basa en el Árbol de la Vida de la Cábala: sistema de diez globos unidos por 22 caminos; cada globo y camino se corresponde con una letra hebrea y un valor numérico. Los términos por separado no tienen significado en sí mismos, sólo pueden ser entendidos en términos de los otros, y juntos marcan el posible principio del Universo y la Creación.

Al entender el sistema, se cree que uno puede adelantarse a los hechos (que no adivinar el futuro) si uno localiza correctamente el momento en el que se encuentra tal o cual situación, puesto que, como sistema numérico exacto, el 2 siempre seguirá al 1, el 3 al 2, y así sucesivamente, en un orden natural.

La figura es rodeada por tres círculos que corresponden a la Nada Total, la Nada Iluminada y la Nada Ilimitada. Las tres formas del Cero hasta la posible vibración que iniciará el proceso de existencia para completar al Ser.

La única forma de describir la idea de Nada sin destruir su identidad es representarla bajo la forma matemática (+1-1), que hace referencia a Positivo-Negativo, Activo-Pasivo, Yang-Yin, Padre-Madre, Masculino-Femenino, etc… Uno sin otro no pueden ser definidos.

El resultado es El Vacío que se contiene a sí mismo o contiene al Todo inexpresado o en potencia, el inicio. Es el Cero, el Loco, la primera carta del mazo de Tarot. Llamado también The Fool, Le Mat, El Hombre Verde, etc… según las diferentes corrientes que han adoptado el Tarot como sistema de pensamiento.

¿Cuál es el significado de El Loco en el Tarot? ¿Por qué fue escogido para representar el Vacío, el Cero, el principio de todo?

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Una fórmula importante para entender el Tarot y sus energías es la del Tetragramatón. De una manera superficial, son cuatro fuerzas que otorgan y reciben energía, abriendo y cerrando un ciclo en constante movimiento. Se explica como: la unión del Padre y la Madre (conceptos entendidos como significantes de los aspectos femenino y masculino primarios) produce gemelos. El hijo va hacia la hija, ésta devuelve la energía al Padre. Este ciclo de cambio asegura la estabilidad y eternidad del Universo.

En el Matriarcado, la sucesión del trono era a través de la hija del Rey. El rey no obtenía su título por herencia, si no por conquista. El sistema aseguraba la virilidad y capacidad del soberano. En las dinastías más estables, el nuevo rey era siempre un extranjero, quien debía ganarse a su consorte en competencia abierta; muchas veces era un trovador con imagen repulsiva, calificado como “tonto” o “loco”.

En muchos lugares se cree que los locos están poseídos, calificados de santos o profetas. En algunas tradiciones, recibe un respeto especial, pues puede ser éste quien traiga “el mensaje divino de salvación”.

Para los Celtas, la salvación no se obtiene de un modo razonable, puesto que la razón (dentro de un pensamiento místico) es un impasse, una condenación. Sólo la locura divina (la inspiración) es la luz al final del túnel.

Sin embargo, “el salvador” no puede ser común. En diferentes tradiciones encontramos rasgos similares del personaje: su padre y madre no pueden ser ordinarios; su unión debe presentarse anormal, casi accidental o misteriosa. El mejor ejemplo es Jesucristo, “hijo de Dios y María, la Virgen”. Jesús es el Salvador para la religión cristiana-católica, calificado como “un loco”, que se manejaba fuera de los parámetros existentes, queriendo implantar nuevas creencias y que, al final, fue el principio de toda una doctrina religiosa que sigue hasta nuestros tiempos. Es el Loco.

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Los ejemplos son innumerables en la mitología griega. El caso mejor descrito como representación de “el Loco” es Dionisos.

Se dice que Semele, madre de Dionisos, fue visitada por Zeus bajo la forma de un rayo luminoso que la destruyó instantáneamente; sin embargo, Zeus salvó al niño a tiempo, escondiéndolo en su muslo hasta la pubertad. Hera, en venganza por la infidelidad de su esposo, cuando encontró al joven desprotegido lo enloqueció.

La leyenda habla de Dionisos como un ser de doble naturaleza, más bisexual que hermafrodita. Su locura se muestra como una fase de intoxicación. La representación de este dios fue elegida por su cualidad de joven y viril, pero afeminado (nos muestra los dos aspectos que armonizan el Todo). En el curso de los siglos, la idea se fue degradando, otras ideas se unieron a la original; en parte por su carácter orgiástico.

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Aunque más metafórica y simbólica, la representación de Harpócrates en la mitología egipcia nos da otra luz de entendimiento sobre la carta.

Harpócrates es el dios del Silencio, un bebé inocente que aún no nace. Es la promesa de la luz en el amanecer. Un rizo de cabello negro se enrosca en su oreja, representando al ser supremo descendiendo sobre el Chakra Brahmarandra. El oído es el vehículo de Akasha (el Espíritu).

El pulgar del niño está sobre su labio superior, enfatizando el poder del silencio, o la doctrina de Eheieh: “Yo debo ser” (en referencia a que no es, pero que está contenido en sí mismo, pues será). No ha nacido, está dentro de un huevo azul que reposa sobre un loto que crece en el Nilo, la casa de Sebek, el dios cocodrilo.

El cocodrilo es un símbolo importante; por un lado es el devorador (principio esencial para los iniciados); por otro, es un ser místico puesto que, al no entender su manera de reproducción, se creía que lo hacía por la intervención del viento (referencia al principio de creación, según Anaxímenes).

Hay una identificación entre el creador y el destructor. En la mitología hindú, Shiva cumple esas dos funciones. Para los iniciados, el acto de devorar es equivalente a la iniciación. “Mi alma ha sido tragada por Dios”, dicen.

Harpócrates es el símbolo del Amanecer en el Nilo y del fenómeno fisiológico que acompaña el acto de despertar. Él es también la absorción mística del trabajo de creación, la He final en la fórmula del Tetragrámaton, la Hé que puede ser transmutada (al ser devorada) y, entonces, reaparecer como el Yod original (el retorno al Cero Cabalístico). Harpócrates es inmune a cualquier ataque por su inocencia; en esta inocencia hay absoluto silencio.

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El Loco abre manos y piernas, flotando en el aire. Coronado por los cuernos de Dionisos que enmarcan un cono fálico iluminado en blanco,, entra inesperadamente al mundo. Verde es su vestimenta, sus zapatos son de sol. Su mano derecha levanta la pirámide del Padre; de su hombro izquierdo cuelga un racimo de uvas rojas que emanan espirales de color, cubriéndolo con la forma del Universo. El tigre lo ataca por detrás y, bajo sus pies, en el Nilo, lo espera el cocodrilo para devorarlo.

La imagen describe la primera carta de un mazo de Tarot medieval: El Loco. A esta carta se le atribuye la letra Aleph del alfabeto hebreo, que significa buey. Es la primera de las tres letras madres: Aleph, Mem y Shin, mismas que corresponden de modos entretejidos a todas las triadas místicas, a saber: Fuego, Agua, Aire; Padre, Madre, Hijo; Azufre, Sal, Mercurio; Rajas, Sattvas, Tamas. Su número debe ser 0, representando así lo Negativo del Árbol de la Vida, la Ecuación del Universo, el balance inicial y final de los opuestos. El Aire en esta carta, quintaesencialmente, significa vacío.

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El Loco se muestra, pues, como “el Otro”, aquel que “no es”, pues todavía no puede ser expresado. Se contiene a sí mismo y a todo a lo que él mismo dará inicio. Es el símbolo del cambio y el principio de “algo más” que no se entiende, ni se puede todavía siquiera imaginar. El Loco camina con inocencia, tampoco él sabe lo que vendrá por los caminos que ha tomado; él anda sin detenerse, como si fuera el Aire mismo el que lo guía; siendo el Aire, el Vacío que lo convierte en Cero al ser devorado por la Nada.

10… 9… 8… 7… 6… 5… 4… 3… 2… 1… 0

Vacío. Silencio. La Nada. Debo Ser…

El sueño de volar

por Tania Turner



Como todos los días, despierto. Me deslizo por la cama, alargando mi humanidad hacia arriba, hacia abajo y a los lados. De repente, concientizo un dolorcito en mi espalda. Una presión, quizás. Me encorvo, sentándome en la cama y desplegando mis alas.

¿Alas?… Un momento, yo no tengo alas. Probablemente sigo soñando, pienso. Lo asumo y me despreocupo. Miro mis alas que, yendo en contra de los lugares comunes, se me presentan, en vez de blancas y emplumadas, grises y cartilaginosas. No lo entiendo, ¿acaso no debería soñarme con alas angelicales?

Es increíble, en vez de soñarme ángel, me sueño murciélago. ¿Qué demonios quiere decir eso? Tal vez los murciélagos son un símbolo importante. Un aviso. Debo encontrar su significado en mí. ¡Ya sé! El oído supersónico. Debe ser que debo estar alerta a escuchar un mensaje. Pero no, parece que mi “yo” onírico no tiene oído supersónico. ¡Malditos sueños incongruentes! Dejaré la hermenéutica un momento, además el acto interpretativo en el sueño es absurdo.

Me consuelo pensando que, en realidad, no soy un murciélago, sino una gárgola. Cosa curiosa que me consuele con este pensamiento. Tal vez, la cuestión es que soy nueva en esto y lo que pasa es que todas las alas en su primera aparición son así. Tendré que esperar a que me empiecen a crecer plumas, si es que éste es el proceso natural.

Me levanto y camino hacia el espejo para contemplarme. Es algo complicado medir las distancias ahora, y duele golpearse contra la pared. Bien. Todo mi cuerpo está igualito, la única diferencia es que tengo alas. No se ve tan mal. De hecho, aunque soy un fenómeno, soy uno bonito. Si es que esto puede ser posible.

Empiezo a percatarme de las ventajas que puede traer esto para mí. Independientemente de que podré evitar el pesado tránsito de la ciudad y la necesidad de probar el nuevo distribuidor vial, voy a poder verte cuando quiera y sin que nadie se dé cuenta. ¿Quién podría seguirme?
Las dificultades del baño con este cuerpo alado son obvias. Una de mis alas insiste en empujar la cortina de la regadera y hace que toda el agua se salga; la otra, se la pasa chocando contra la pared. Necesito un baño más grande. El problema mayor, sin duda, es la ropa. Pero lo resuelvo con cualquier trapo que, amarrado de determinada manera, bien puede pasar por un top de diseñador.

Es hora de probar esta nueva parte de mi cuerpo. Me encamino a la azotea, rehuyendo a mis vecinos. Ni quién se vuelva a mí: todos tienen prisa por llegar a sus respectivos automóviles. Un "buenos días" tirado al aire es lo acostumbrado para pasar desapercibida. Y funciona.

Tras varios intentos, he de decir, dolorosos, logro la coordinación necesaria. Una, dos, tres, ya estoy volando. Finalmente, esto tiene una función más allá de la estética. ¿Qué se hace con los brazos? Después de acomodarlos a mi costado, hacia el frente como Supermán y atados a mi espalda, me doy cuenta de que estorban y, aunque parezco un zancudo, los dejo caer hacia abajo. Igual las piernas. Ya haré abdominales para lograr la posición recta.

Definitivamente volar, aunque sea el lugar común más grande, es sentirse libre. Puedo disfrutar el viento acariciar mi cuerpo, aunque también el polvo meterse en mis ojos. Debí haberlo pensado antes y hacerme de unos lentes de aviador.

Un pájaro se estampa contra mí y me clava su pico en el costado. Sin embargo, mi masa corporal es mayor así que le gano la batalla sin ningún esfuerzo. Ya se había roto el cuello, de cualquier manera. Vienen más...

Después de ser la asesina y cuerpo del delito de un sin fin de pajaritos, tuve que arreglármelas con aves más fuertes y con mayor número de horas de vuelo, por tanto, más experimentadas. La experiencia fue terrible: sádicos alados decidieron que a mi cuerpo le faltaban agujeros, casi me da un infarto cuando se apareció un avión de la nada, o mejor decir, de la blancura de una nube mentirosa y cómplice de un claro intento de asesinato. Por cuestiones de decencia y pudor, no explicaré cómo me di cuenta de que los desechos del sanitario de los alados de hierro no desaparecen, sino que contribuyen a la contaminación urbana. Desperté palpando mi espalda, rogándole a Dios y a las deidades paganas que no me cumplan jamás el deseo de volar.

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